Extra XIII: Mami es valiente.🤍

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Rachel.

Me acomodo sobre las almohadas, pero sigo sin poder dormir.

El cuerpo de Christopher es cálido contra mi piel, pero ese no es el problema. Es la cicatriz que arde bajo el tatuaje.

—Nena... —mierda—, ¿Que tienes?

Me abraza aún más, logrando que termine sobre su pecho.

—Nada. Estoy bien —susurro.

Me da un beso en las sienes.

—¿Que tienes?

Suspiro. No sé si amo o odio lo mucho que me conoce.

—Tome venganza, lo hice —susurro—. Mate a Antoni y sufrió lo que tenía que sufrir... Pero no lo suficiente —sus brazos se tensan a mi al rededor.

No hablamos de esto, no es como si intentemos ignorar al elefante en la habitación, es que... Simplemente estamos bien. Mi familia está bien. Mi marido está bien. Mis hijos están bien. Yo estoy bien.

Pero algunas veces no puedo evitarlo.

Algunas noches sigo sin poder dormir. Christopher no se da cuenta por qué siempre mis desvelos son cuando él llega agotado. Me quedo dormida hasta el amanecer. Me excuso con mi cuidado a Ethan el agotamiento que a veces no puedo ocultar...

Y sé que no me cree, pero opta por callar. Sabe que mi agotamiento no es solo por eso, pero dejo que asuma que es también el trabajo. Algunas veces. Hoy no es una de esas veces.

—Nena...

—Estoy bien, puedo asegurarlo por mis hijos —miro hacia la ventana, pegando la oreja a su pecho, el latido de su corazón sirve como calmante—. Pero hay veces en las que me veo en el espejo y veo los tatuajes, la piel lisa no por el como es, si no por las cicatrices... Por más bien que este, no puedo olvidar esos días.

Sus manos comienzan a pasarse por mi espalda.

—Hay días en los que también me pongo a pensar en eso —admite—. Fueron mis estupideces las que te metieron en...

—No —la palabra escapa de inmediato, haciéndome incorporarme—. Fue mi culpa. Tu dijiste que no iría a esa misión y yo insistí.

—¿Y por qué insististe? —sus manos se clavan en mis caderas—, ¿En serio la misión valía tanto para tu carrera?

—No es tu culpa —señalo—. ¿Tu me obligarte a ir? —tensa la mandíbula.

—De cierta forma —masculla.

—No quiero pelear, Christopher —me envuelvo con mis propios brazos—. Tu habías dicho algo, yo creí otra cosa. Tu me dijiste que no iría a esa misión y yo decidí ir de todas formas. No es tu culpa. Es mía.

—Rachel...

Suerte o desgracia. El radio suena, el llanto de Ethan lo hace aflojar el agarre en mis caderas.

—No quiero que las cosas queden tensas —advierto—. Dejémoslo en que no hay culpas. Yo hacía mi trabajo, tu hacías el tuyo. No esperábamos que el loco ese se obsesionará conmigo —le doy un beso, levantándome rápido—. No lo dije para ver quién tiene la culpa de qué. No pienso en eso. Simplemente... A veces arde —me acomodo la blusita de tirantes, tomando la bata y el radio—. Regreso en un rato.

Salgo de la habitación, yendo casi casi corriendo a la habitación donde está Ethan. Lo saco de la cuna, pegándolo a mi cuerpo.

—¿Que paso, mi vida? —susurro—, ¿Tienes hambre?

Suelta un grito que me hace agradecer que las habitaciones sean insonorizadas.

—Tranquilo, mi amor —me muevo a la silla mecedora.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora