CAPITULO 2

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A la mala

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A la mala.

20 de noviembre de 2022.

Anastasia.

Carraspeo queriendo concentrar mi atención en mi hija hablando sobre su día en la escuela y no en las ganas que me abruman de levantarme de la mesa y correr al baño a vomitar. Ya lo intenté y me tambaleé.

No quiero las preguntas de Aleska, de Massimo o de Stella porque bastante curiosos sí son y no quiero tener que enredar más la telaraña de mentiras que les dije hace una semana desde que las malditas arcadas comenzaron.

—No sé tú, pero yo no pienso volver a montarme en esa cosa cuando llueva —manifiesta Massimo con la boca llena mientras saca las espinas del pescado en su mano—. ¡Casi nos matamos!

—Eso es mentira, apenas fue una sacudida —refuta Aleska a lo que Stella comienza a reír—. ¿Y tú de qué te ríes? ¿Tengo cara de payaso o cómo es el cuento que no me lo sé?

La adolescente le tira un grano de arroz a la cara provocando que la menor se levante, presionando con fuerza la mesa, enojada.

—¡No me vuelvas a...!

—Aleska, siéntate.

Lo hace, pero no sin antes mirar de mala gana a una Stella que solo ríe desde su lugar en la esquina de la mesa.

—Solo viajamos los fines de semana, no se quejen. Están seguros en el yate, Massimo.

Tuerce la boca, pero sigue comiendo. Desde que comenzaron la escuela casi al final del curso en uno anterior al que debían estar, los he mantenido a salvo en una de las casas de Morales en el centro. Los niños van a la escuela vigilados, y yo mientras, me hago cargo de las reuniones con el colombiano en lo que se refiere a nuestros negocios.

Nos hemos mantenido entre las sombras, pero desde que patentamos la fórmula del veneno de Carissa y de las ranas con fines medicinales, hemos podido enviar mercancías al exterior en las que camuflamos el veneno que estamos distribuyendo de momento en Asia y Europa.

A Estados Unidos no hemos podido llegar ya que la marea está muy alta y los negocios de Alekséi con los mexicanos nos obstruyen el paso. Ese maldito hijo de puta vendrá a mí rogando, claro que sí. No por nada ya tengo gente metiéndose en sus mierdas al igual que Marcello, con el cual no he hablado en más de una semana desde que salió de prisión.

—¿Mamá irás a casa del señor Andrés esta noche o te quedarás con nosotros?

El rostro de Aleska se contrae. Hace mucho no me quedo aquí los fines de semana. Entre las reuniones, las escapadas a los laboratorios y el reciente negocio que tenemos con el gobernador de Bolívar para poder enviar nuestras mercancías sin autorizaciones, me he perdido de su estancia aquí cuando yo no estoy.

—No, angelo mio —le sonrío viendo como sus ojos se iluminan un poco a la espera de una respuesta más concreta—. Me quedaré esta noche.

No puedo viajar, y no porque ellos quieran que me quede, sino porque en cualquier momento comienza a llover y ahí sí no puedo asegurar nada de calma en ese yate que compré al llegar a Cartagena hace semanas.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora