CAPITULO 48

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Incierto.

Anastasia.

24 de septiembre de 2023.

Me siento agobiada en medio de un río de sangre y un largo camino de cadáveres no solo de la gente de Alekséi sino nuestra también. Observo con recelo a un Yasha que comienza a darles indicaciones a sus hombres para que lleven a Alekséi al aeropuerto, colocándome alerta de inmediato.

—No te lo llevarás a ningún lado —le advierto, alcanzándolo cuando comienza a caminar en dirección a uno de sus autos. Sus ojos me escudriñan sin siquiera una señal de culpa por lo que acaba de hacer—. No lo sacarás de España, mucho menos cuando no me has dado siquiera una maldita explicación para hacer lo que hiciste.

—No tengo que darte explicaciones, Anastasia.

—¡Claro que sí, cabrón! —Lo apunto, furiosa. Marcello no se me acerca—. ¡Pusiste en riesgo la vida de mi hija! ¡La nuestra! ¡Teníamos un maldito trato, Yasha, uno que no incluía la cabeza de Alekséi para el gobierno ruso! —exploto.

Yasha se remueve, incómodo, y sé que no he salido de un problema antes de que esté en el otro. Estoy al borde de un colapso con las dudas que me atormentan y a las que necesito darles una respuesta. Respuestas que solo este imbécil puede darme.

—Los tratos se rompen, Anastasia. Cada quien busca lo que mejor le convenga —me recuerda—. Además, tu hija está bien. Mi gente en el aeropuerto interceptó la salida de la gente de Alekséi. —Las palabras de Yasha me dejan pegada al suelo—. Puedes llamar si eso te deja más tranquila, pero no es por ti por quien vine. No es contigo con quien tengo una cuenta pendiente.

Su mirada se desvía, cayendo en el hombre a un par de metros que no deja de observarlo con la expresión de odio más grande que le he visto algún día.

—¿Quieres hablar? Está bien. Te daré una explicación solo porque fuiste una buena aliada mientras duró —asevera como si me estuviera haciendo un maldito favor—. Pero Alekséi vuelve a Rusia conmigo.

—No —reprocho—. Mis hombres te escoltarán a mi casa de Gijón, pero también a Alekséi. Tú no tomas las malditas decisiones en España, Yasha. Una orden mía y no sales del país. Puedo acusarte de terrorismo o cualquier mierda por esto que acabas de hacer.

—No me amenaces, Anastasia. No estoy tratando de atacarte, solo te digo lo que va a pasar —me enfrenta—. No tengo tiempo así que si quieres hablar, vamos. Me iré si...

—Me esperarás en mi maldita casa —lo corto—. La que no tiene tiempo soy yo. Voy a ver a mi hija y, si Aleska tiene siquiera un maldito rasguño, no saldrás de aquí, Yasha.

—Anastasia, tu hija está...

—¿Bien? No te creo. La pusiste en peligro, Sokolov —reprocho, a punto de gritarle todo lo que tengo dentro. Estoy luchando con fuerza para contenerme—. Y tú vas a esperar en Gijón si no quieres irte a una guerra en la que te puedo asegurar que no saldrás victorioso.

Me giro al tiempo que Marcello se acerca. Tiene el semblante tenso, tanto como para que alcance a notar la mirada desconfiada que le da a un Yasha que le sonríe en la distancia para provocarlo. Ellos jamás se han llevado bien y tal vez esto pueda darme las explicaciones que necesito para resolver las preguntas que tengo de porqué siempre estuvo interesado en ir contra Marcello.

—Natalia me llamó —me avisa mi esposo haciendo que se me acelere el corazón—. Aleska está bien. No los siguieron. Se sorprendió al ver a Barsetti, pero van en camino a Gijón justo ahora. —Se mantiene mirando por encima del hombro—. ¿Qué harás?

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora