Ataque infernal.
20 de junio de 2023.
Anastasia.
No soy de quedarme de brazos cruzados una vez la amenaza se hace presente. No soy de las que huye, escondiéndose tras su gente, una vez ve todo el caos desatarse. Tampoco soy de las que espera noticias que tardan en llegar.
Pero es eso lo único que he hecho en los últimos días, es así como me siento sin poder salir, sabiendo que tengo mil cosas a las que hacerles frente, pero sabiendo también que no puedo dar un paso en dirección a Nox sin poner en riesgo a mis hijos.
Esa maldita rata se está escondiendo bien, no hemos tenido noticias suyas y por ende, tampoco del paradero de Catalina, la cual debió hacerme caso cuando le mandé a decir que saliera, no debió esperar y lo hizo.
Debo buscar la forma de sacarla.
Yo la metí en esto, y no solamente le di mi palabra a ella de que intervendría de salir las cosas mal, sino también a Andrés, el hombre con el que vagamente he intercambiado un par de palabras en los últimos días ya que está demasiado furioso como para hacer algo más que lanzar insultos que Marcello detiene antes de ser respondidos al colgar.
Vittoria me observa sin mediar palabra alguna desde el otro lado de la habitación. Las puertas de mi casa se abrieron solo para personal autorizado y ella hace parte de ese selecto grupo que se ha estado paseando por los rincones de un lado al otro mientras pocos de mis hombres custodian fuera, ajenos a que si no salgo es porque estoy embarazada.
Catalina no me alertó de nada fuera de lugar más que un par de líneas al aire en las que terminaba diciéndome que tenía todo bajo control. Sus envíos de información redujeron, pero se lo atribuí a las precauciones que estaba tomando, no al hecho de que ese bastardo tenía los ojos puestos en ella.
—¿No hay noticias suyas o movimientos en Madrid? —Es Ramiro el que sacude la cabeza, entregándole los reportes a Roger de la gente que tenemos en los alrededores—. ¿Qué hay de en las casas de seguridad que le quedaron a los Basile?
—Nada —responde Vittoria—. Jerom dice que están en venta. Nicoletta no se ha aparecido ni remotamente cerca, mucho menos ahora con el nacimiento de su hijo.
No digo más. Mi mano se cierra con fuerza y no consigo levantarme cuando intento hacerlo, atrayendo la atención de todos en mi dirección, incluyendo la de Marcello entrando con el teléfono en mano y el rostro tenso.
Los hombres de la Organización no se han ido, pero el perímetro de mi casa a las afueras está resguardado por hombres y mujeres entrenadas para matar y deshacerse de cualquier amenaza que quiera llegar dentro de la casa.
Stella permanece arriba con Aleska y Massimo no ha venido, pero sé que con padre está bien y no quiero ponerlo en riesgo ahora. De no ser porque no quiero enviar a las niñas lejos, lo haría, pero sé que Marcello también considera que lo mejor es que permanezcan cerca de nosotros.
Vittoria es la primera en salir con el ingreso de Marcello, pero tanto Roger como Ramiro le siguen y tengo a mi esposo cerrando la puerta y caminando hacia en mí en cuestión de segundos. Su mirada severa recae sobre mis ojos antes de bajar a mi vientre, colocando su mano sobre la mía en el escritorio cuando estoy a punto de levantarme de la silla nuevamente y fallo en el intento.
No puedo ni con mi propio peso, pero la ansiedad se siente mucho peor que cualquier otra cosa.
—Tienes que calmarte.
Lo miro de mala gana. Puede pedirme muchas cosas, y calma no es una de ellas.
—Han pasado dos semanas, Marcello —le recuerdo, apartando mi mano de la suya.
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PODEROSA VINDICTA [+21]
RomanceLIBRO III Perversión y venganza. Sanguinarios. Poderosos. Inmorales. Una pareja hecha en el infierno. La diabla luchó en vano y cayó en las llamas del diablo. El diablo cedió y perdió en la batalla contra su más perversa contrincante. Y ahora, am...