CAPITULO 9

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Bienvenida, señorita Basile

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Bienvenida, señorita Basile.

15 de marzo de 2023.

Moscú, Rusia.

Marcello.

Pasar en cuestión de días del caluroso clima de Cartagena al helado frío en Moscú es desestabilizante. Orazio pescó un resfriado debido a ello y es por eso que me encamino solo a la impetuosa entrada de la Organización donde los guardias con un asentimiento me toman las huellas para dejarme pasar.

Me coloco nuevamente los guantes al ingresar, Maxim se acerca, torciendo la boca en señal de saludo ya que la movilidad en su mano ha sido imposible de recuperar por completo y prefiere no mostrarla ante nadie y simplemente dejarla caer sobre su costado.

—¿Ya tienes todo listo? —Mi pregunta más que un cuestionamiento, es una necesidad. No estaré aquí por mucho tiempo, solo me iré al terminar—. ¿O Yasha sigue queriendo meterse en mis mierdas?

El ruso se carcajea, pero no me causa nada de gracia que su hermano me haya jodido. Está de parte de Anastasia, le ha mostrado lealtad, y es esa la única razón por la cual no he buscado la forma de ponerle una bala en el cráneo.

—Tu esposa se está haciendo famosa por aquí. —Escanea mi reacción con detenimiento. Sigo caminando, ignorando la duda en su voz—. ¿No has escuchado los rumores que corren?

—¿Qué fue ella la causante de la renuncia del comandante en Alemania? —Maxim asiente, dirigiendo el camino por el angosto pasillo lleno de guardias entrenados para atacar. Ellos solo se apartan ante nuestro paso—. Sí, lo supe. Mi gente cree que su próximo destino es España.

—No creo que se aparezca tan fácil cuando varios son los que quieren matarla.

—Quiero recuperar a mi hija, si para eso tengo que matarla, es lo que haré.

Mentir me sale natural, me volví el maestro luego de lo de Ibrahim así que Maxim, por mucho que quiera ver a través de mi máscara de neutralidad, no podrá perturbar mi expresión de calma.

—Ya el informe está en tu escritorio. —Apunta a la gran puerta de metal que da a la celda que parece más una habitación de lujo que una prisión—. No está feliz.

—Me sorprendería que lo estuviera en realidad.

Me saco la gabardina, colgándola sobre mi brazo. Respiro hondo, sacando mi tarjeta de acceso sin pasarla por la ranura cuyo botón rojo me indica que está cerrada por completo.

—¿Cómo va el entrenamiento?

—Ella está lista para salir si hablamos de eso —contesta convencido—. Pero no te prometo que esté dispuesta a hacer algo para ayudarte luego de que la encerraste aquí.

—Ella lo hará.

—¿Estás seguro?

—Largo, Maxim.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora