CAPITULO 27

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Crueldad.

15 de Julio de 2023.

Marcello.

Es difícil pensar en el tiempo de calma cuando la tormenta aún no ha dado indicio alguno de que está próxima a terminar.

El tiempo pasa demasiado lento cuando se está aguardando por algo. En mi caso, los días se me han hecho eternos al caer en una rutina tan asfixiante como desesperante pese a los momentos de alivio. Una rutina en la que no obtengo todas las respuestas que quisiera, y que me mantiene en vilo sin saber qué hacer mientras la rabia no hace más que incrementar, regocijándose de mi angustia.

Las voces van al igual que los pasos. Mauricio Castillo se desfila escaleras arriba bajo la atenta mirada de todos mientras Roger lo sigue atendiendo a las instrucciones que le di de no dejar a mi esposa sola aun cuando ella no se percate de nada a su alrededor.

Salir de ese lugar no fue mi maldito consuelo como todos esperaban al momento en que la gente de Nadim se hizo cargo e hizo un agujero en el costado de la caseta temiendo que si interferían con la bomba en la puerta todos voláramos en cientos de pedazos como me sucedió la última vez.

Y sí que ese lugar se redujo a cenizas porque una vez estuvimos en el hospital bajo órdenes de Nadim, fuimos informados que Nicoletta no jugaba en su interés por matarnos.

Mi calvario no acabó con nuestra retirada de los Emiratos, claro que no, al contrario, se incrementó al momento en que el médico de cabecera de Nadim luego de una intervención quirúrgica de horas nos informó que Anastasia cayó en coma. Castillo la ha monitoreado desde que tomé la decisión de viajar con ella a España y resguardarnos en nuestra casa en Gijón para no exponerla.

No me fio de los dictámenes médicos que me dicen que Anastasia pasó lo peor, que hay un buen pronóstico y que no se explican el motivo por el cual mi mujer no abre los ojos. No confío en los médicos que no hacen más que darme esperanza de algo en vez de una respuesta segura con una fecha en la que pueda mantenerme cuerdo.

Tal vez pronto. Es lo que dicen.

Pero eso no me alivia en lo absoluto.

Greta me observa desde la distancia, temiendo acercarse a mí al igual que Jerom y mi madre. La única que no rehuye de mi lado es la rubia que se planta frente a mí con un par de documentos entre manos, presionandolos con fuerza contra el escritorio para que la mire.

Lo hago. No hay lástima o preocupación en sus ojos marrones, sino un notorio huracán contenido que seguro iguala el mío al tener que bloquear el peso de todas las pérdidas que he tenido en cuestión de semanas.

—Lo envió Maxim —informa sin despegar sus ojos de los míos—. Los árabes nos comenzaron a dar problemas por lo que pasó. Tienes que ir a...

—No iré a ningún lado —corto sus palabras con los dientes apretados—. ¿Qué parte de que no dejaré a mi esposa no han entendido todos ustedes?

—Sé que es difícil, esto no te lo digo porque quiera, sino porque se nos viene una guerra más si no te haces cargo y das la cara para evitar que se nos vengan encima.

Aprieto la mandíbula, enojándome por el tono demandante que emplea al hablarme, como si no entendiera nada cuando lo cierto es que lo entiendo tan bien que me vale mierda.

Me levanto de la silla, instalando mis manos a cada lado de las suyas, imponiéndome frente a ella sobre el escritorio que de no ser tan resistente, se hundiría bajo el peso que recargo sobre la madera.

—Pues que se nos vengan encima —respondo con la voz cargada de rabia sin dejar de mirarla—. Me importa una mierda si inician una guerra porque lo que más quiero es acabar con todo y si así tiene que comenzar, pues así lo hará.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora