CAPITULO 37

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Llamas de placer.

26 de agosto de 2023.

Marcello.

Tengo el sueño ligero, por lo general, nadie me sorprende incluso estando dormido, pero desde que conocí a mi esposa, sé perfectamente que cada una de mis cualidades puede quebrarse en pedazos cuando de ella se trata.

El brazo se me dispara pesadamente sobre los ojos cuando reprimo un maldito gemido y las piernas se me tensan. Anastasia sostiene con decisión mi polla entre sus dedos y pronto es su boca la envuelve mi glande antes de que comience a lamer todo el tronco mientras mi único deseo es correrme entre sus labios.

Cuando supe realmente el motivo de su aversión a darme una mamada, nunca creí que llegaría el día en que lo hiciera por su propia cuenta. Yo tampoco lo habría pedido como lo hice bajo la ignorancia y la vi tensarse frente a mí. Pero ahora, maldita sea, no puedo imaginar ni un puto día en que no quiera mi verga enterrada en su boca y no porque se siente jodidamente increíble, sino por lo que representa para ella.

Un maldito control de sus demonios y su más pura confianza en mí.

Me empujo en su boca al elevar las caderas, queriendo sumergirme en ella. Mierda. A pesar de su inexperiencia en el campo, solo verla hacer que quiera correrme en segundos. Es una maldita diosa que me sonríe al dejar de chuparme los testículos antes de volver a tomarme casi hasta el fondo.

—Joder, diavolessa. —Mi tono es bajo, impreciso, y el poco autocontrol que tengo cuando ella está de por medio se desvanece en instantes—. Pensé que querías que yo te despertara así.

Entonces se muerde el labio inferior, provocativa y tentadora. La personificación de cada maldita diosa que existe. No hay palabras para describir la belleza interna y externa de mi esposa.

—Eso tiene solución.

Tan solo dormimos un par de horas en la cama al costado de la piscina, pero se siente como una maldita eternidad. Necesitábamos el descanso, lo sé.

Contrario a sus palabras, vuelve a tomarme, esta vez más fuerte para enfatizar su punto. Sí, me tiene por completo. Maldita sea ella. Suelto un gruñido por lo bajo al empuñarle el cabello que tiro hacia atrás.

Nunca pensé que dejaría que asumiera el control de esta manera, aunque fuese por momentos, pero sus ojos brillan tan intensos como dos faroles cargados de lujuria una vez dirijo su boca a mi polla al tiempo que me empujo entre sus labios mientras trata de chuparme.

No pienso mucho en mis movimientos descoordinados, me aprovecho de lo que está dispuesta a darme y los chorros de mi semen bañan sus labios cuando me corro.

Anastasia se limpia con el pulgar. Seguidamente, está sobre mí, riendo tan llena de vida que de haber sido esta reacción hace unos años, no la reconocería en absoluto. La Anastasia que tengo en mi regazo es muy diferente a la que conocí hace un tiempo.

Y no cambiaría nada de ella.

Sentada en mi regazo, pasa sus manos firmes por mi pecho, explorando mis tatuajes. Su índice traza el que compartimos casi al final, y la mirada casi triste que me da, me anima a hablar:

—Creo que es momento de que lo arregle —sugiero de la nada.

—Pensé que lo dejarías así. Ha pasado un tiempo. —Vuelve la mirada hacia mí—. Ha pasado mucho.

Las palabras suenan lejanas, como si estuviera pérdida en sus pensamientos. Aprovecho entonces para inclinarme un poco, sostenerla y besarla. No busco sus labios sino que ataco su cuello, apretando sus tetas con mis manos por encima de la tela de la camisa.

PODEROSA VINDICTA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora