6. Castigos

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NARRA IBSEN: 

— Oye... ¿Qué ha ocurrido? —pregunto a los demás una vez nos acercamos a la multitud. 

— Estábamos todos caminando hacia la zona de entrenamiento cuando sin querer Reiner le ha pegado una patada a una caja con los equipos de maniobras —explica Armin. 

— Tendrías que haberlo visto, ¡Han salido todos volando! No me gustaría que me dieran una patada con esa fuerza... —exclama Connie aguantándose la risa. 

— ¡¿Qué clase de soldado piensa ser si está demasiado atontado como para ver una puta caja frente a usted señor Braun?! —grita colérico el instructor. 

— ¿No se está pasando un poco? —dice Sasha asustada. Desde lo que le ocurrió el primer día ha desarrollado un miedo considerable hacia el instructor Shadis. 

— Reiner es fuerte —dice Bertolt—. Una simple regañina no es suficiente para afectarle.

— ¡Lo siento, señor! ¡Prometo estar más atento la próxima vez! —exclama Reiner bajando la mirada. 

— ¡La próxima vez será un titán de veinte metros lo que patees sin darte cuenta! ¡Vas a pasarte todo el día recogiendo todo el cargamento que ha venido hoy y guardándolo en el almacén! ¡Y más te vale que los equipos que has tirado no se hayan dañado! 

— ¡Sí, señor! —dice el rubio. 

Shadis comienza a gritarnos a los demás para que sigamos caminando hacia la zona de entrenamiento. Sin embargo, Reiner tiene que quedarse para cumplir con su castigo. Siento algo de pena por él, el cargamento de suministros de hoy es enorme, va a estar todo el día guardando cajas. Por suerte, es fuerte, así que por lo menos no le costará mucho llevarlas desde la entrada del campamento hasta los almacenes. 

Pasamos toda la tarde entrenando hasta que anochece. Tras eso, nos dirigimos al comedor para cenar. Reiner sigue cargando cajas y parece que todavía le queda un buen rato. No puede parar hasta que no termine y una vez el comedor cierre no podrá ir, por lo que seguramente se quede sin cenar.

Tal y como esperaba, la cena de hoy es un pequeño plato de guiso con patatas y un bollo de pan para cada uno. No es que sea una comida muy contundente. Casi todos nos quedamos con hambre, pero así suelen ser las comidas para los reclutas. En parte, eso motiva a todos a esforzarse por entrar a la policía militar, donde lo único de lo que uno puede quejarse es de lo mucho que ha tenido que pasar para poder entrar. 

Aun así, eso no quita que la cena de hoy haya sido una mierda, sobre todo para los que comen mucho. Sasha se pasea por todo el comedor intentando conseguir algo de pan, quejándose de que si no come algo va a morir de inanición. Pero teniendo en cuenta que prácticamente a todos la cena les ha sabido a poco, no parece que vaya a tener mucho éxito. 

Normalmente, suelo darle mi pan. Desde pequeño estoy acostumbrado a comer poco, sobre todo después de convertirme en refugiado. En parte, parece ser que esa es una de las causas por las que soy de los más pequeños de los reclutas, apenas paso de los 160 cm y no llego a los 45 kilos. Pero mi pequeño tamaño también me permite llenarme con poca comida y aguantar bien el hambre, lo cual, desde mi punto de vista, es una gran ventaja.

Sin embargo, esta vez, he preferido no darle el pan a Sasha. La chica se ha quejado al principio, y ha hecho un par de pucheros para intentar convencerme, pero no lo ha conseguido. Rindiéndose, ha decidido ver si podía racanear algo de pan de alguien más. Mikasa le ha dado la mitad de su pan, por lo que se ha pegado a ella en toda la cena. 

Observo en silencio el trozo de pan sin tocar que descansa sobre la mesa. La verdad es que con el pequeño plato de guiso que nos han puesto no es que haya llegado a saciarme. Pero por alguna razón, no me apetece comer más. Decido guardarlo y me marcho del comedor tranquilamente. Todos están ocupados con sus asuntos y quejándose de lo poco que nos han dado de comer hoy, por lo que nadie parece darse cuenta cuando salgo del edificio. 

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