BIANCA
Cuando ese hombre sale de nuestro restaurante hecho una bestia, tengo que esconder las manos en los bolsillos de mi delantal para ocultar el temblor que me invade.
Ni yo misma me creo lo que acabo de hacer.
Pero una cosa sí tengo muy clara: no me arrepiento en lo más mínimo de mi decisión.
Es lo único que ha impedido que hoy ocurriera otra tragedia en este restaurante que es como nuestra segunda casa desde que nacimos. Y no pienso permitir que nada ni nadie vuelva a manchar este lugar, especialmente los Salvatore que son los causantes de todo.
Pietro me mira como si no me reconociera y sé que Leonardo siente la misma decepción. Sin embargo, me da la espalda.
En cuanto Angelo Salvatore se ha marchado, se ha girado tras el mostrador y solo puedo percatarme de la manera antinatural en que sus hombros convulsionan, delatando lo alterado que lo ha dejado el enfrentamiento. Y no ha sido para menos.
Aun así, me toma por sorpresa cuando sale portando una pistola entre las manos, con el rostro lleno de ira y determinación.
De inmediato, todas mis alertas se activan. Ya ha eludido a la muerte una vez y no habrá una segunda. Ahora mismo no es capaz de verlo porque su ira ha tomado el control, pero no pienso permitir que sus arrebatos le cuesten la vida.
Ya hemos perdido bastante.
Pietro intenta dar un paso hacia él, seguramente para tratar de forcejear y arrebatársela. Lo que iniciaría otra pelea. Y ya he tenido suficiente por un día.
Así que lo que hago es plantarme en medio de su camino, bloqueando la salida y respirando con celeridad.
Espero que me enfrente y no tarda en hacerlo.
— Quítate de mi camino, Bianca. Ya has hecho bastante — me espeta, con tono duro.
Y eso solo me enciende más, porque por mucho que entienda su postura sigo siendo quien le acaba de salvar la vida. Y odio que se desquite conmigo, aunque no esté de acuerdo con mi decisión. Lo he hecho por nosotros.
— ¡No! Si te refieres a impedir que te maten sí, eso es lo que he hecho. Así que, si no quieres darme las gracias, por lo menos usa el sentido común y déjalo estar. Me casaré con Angelo Salvatore y firmaremos la paz de una vez con esa maldita familia — zanjo la cuestión, y siento mis mejillas enrojecerse debido a la rabia con que pronuncio cada palabra. Porque es solo eso, ¿verdad?
Leonardo no parece nada complacido con mis alegatos, pero al menos parece haberse calmado un tanto porque ya no sostiene la pistola con tanta fuerza ni sus ojos están en llamas. Así que yo también me relajo un tanto.
Pietro llega entonces y con decisión le arrebata el arma de las manos, la descarga con pericia y se la lleva para guardarla en un lugar seguro. No se fía de nuestro hermano y quiere evitar que termine haciendo una tontería que nos puede salir muy cara a todos.
Suspiro de alivio y él se frota el mentón, intentando recobrar un poco de la serenidad que suele caracterizarlo.
Quiero reconfortarlo, abrazarlo y dejar que se desahogue conmigo como cuando éramos niños, pero Leonardo ha crecido demasiado por las heridas que la vida nos ha infligido y se endurece frente a mis ojos, provocando que me quede donde estoy con una sonrisa triste.
— No tendrías por qué pagar por mis errores, pequeña — dice al cabo, más tranquilo. Luce arrepentido y lo invito a sentarnos.
Vislumbro a Pietro al fondo del local, ventilándose un trago más que generoso de vino a palo seco. No puedo culparlo, así que dejo que se calme a su manera hasta que acaba por acompañarnos y los tres nos sentamos alrededor de la mesa. Leonardo llena los vasos para los tres y bebemos en silencio hasta que mi hermano mayor está preparado para hablar del tema.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...