BIANCA
Entreabro los ojos de mala gana cuando siento cómo los molestos rayos de sol inciden sobre mí y me los froto, dejando escapar un bostezo.
Siento que me pesa todo el cuerpo y estoy como aturdida. ¿Cuánto tiempo he dormido?
Joder, me duele la cabeza y...la entrepierna me arde.
¿Qué demonios?
Otra vez estoy tumbada sobre el pecho esculpido de Angelo y me incorporo como si me hubieran pinchado cuando mi cabeza se despeja lo suficiente para recordar lo que hicimos durante el camino.
Maldita sea, iré al infierno.
Creo que ya estoy en él, porque de hecho fue increíble y me muero por repetir. Pero sobre mi cadáver se lo hago saber al egocéntrico que me está estudiando con una sonrisa ladeada.
— Vaya, al fin despiertas, cara. Se te está haciendo costumbre dormir sobre mi pecho, ¿estás segura de que me detestas tanto como dices? Porque tu cuerpo dice otra cosa — suelta el muy egocéntrico, narcisista e imbécil.
Aunque la verdad es que es cierto que parece habérseme vuelto una costumbre y eso me inquieta. No puedo volver a dejar que eso pase o se creerá que ha ganado.
Le lanzo una mirada de desagrado y me arreglo la ropa y el pelo como puedo, intentando recobrar una pose digna.
— Desgraciadamente no tengo el control de mi cuerpo cuando duermo, de lo contrario no me acercaría a ti. Así que no te hagas ilusiones — sentencio y me pierdo en el paisaje que estamos atravesando.
Su risa inunda el habitáculo y no puedo negar que es preciosa. Necesito concentrarme en seguir odiándolo, porque esto se nos puede ir de las manos.
— Déjame contarte un secreto, Bianca; cuanto más arisca seas conmigo, más van a crecer mis ganas de doblegarte — susurra en mi oído y me estremezco, alejándome tanto como me permite el asiento por miedo a las reacciones de mi cuerpo traicionero, que se eriza con su mera cercanía.
Pero de repente, todas mis convulsas sensaciones quedan a un segundo plano cuando vislumbro a lo lejos el azul inconfundible del mar en su vasta extensión.
— Dios mío, es precioso — exclamo, sin poder contener mi entusiasmo al tiempo en que bajo la ventanilla para respirar un poco de aire fresco.
— Lo sé, pero gracias. Siempre es agradable escuchar un cumplido de tus labios, cara — Angelo me toma el pelo y no puedo contener un resoplido.
— Me refería al mar; no a ti, imbécil — espeto, entrando al trapo. Es superior a mis fuerzas. ¿Nunca deja de lado su arrogancia? Bufa, molesto. Pero estoy tan emocionada que, como no tengo a nadie más con quien expresarlo, añado —: Echa un vistazo, vamos, mira qué bonito — lo apremio.
— Solo es agua, no es como si no lo hubiera visto nunca —desdeña, pero luego al ver la mirada asesina que le dedico, cede —, está bien.
Inclina su cuerpo esbelto y fornido hacia el mío para poder echar un vistazo a través de mi ventanilla, que es donde mejor se ve el paisaje.
Su cercanía es abrumadora. Su loción masculina e intensa penetra mis fosas nasales, posa su mano sobre mi muslo y su hombro se pega a mi pecho.
— Sí, es impresionante — confirma. Pero aunque sus ojos están fijos en el exterior, me da la sensación de que no está hablando del océano amalfitano. Y ese pensamiento me ruboriza.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...