🐍CAPÍTULO 13🐍

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BIANCA

Me despierto aferrada cual koala a algo cálido y todavía con los restos de la neblina plácida del sueño froto mis ojos para despejarme, alarmada al darme cuenta de que ese "algo" no es otra cosa que el pecho de mi marido.

Espera, espera, ¿acabo de pensar en él como mi marido?

Bueno, técnicamente lo es pero aun así se siente demasiado íntimo.

Bostezo y al desperezarme casi dejo escapar un grito.

Me duele todo el cuerpo como si un tren me hubiese pasado por encima.

Un tren no; el bestia de tu esposo, me susurra mi subconsciente con malicia y yo no sé si reír o llorar.

Maldita sea, noto un ardor incómodo en el bajo vientre. Es como si me hubieran desvirgado de nuevo, pero todavía más intenso porque el muy troglodita no se reprimió, ni yo lo habría querido.

Ahora estoy pagando las consecuencias por calenturienta, pero siendo sincera con gusto volvería a pecar porque anoche tuve el mejor sexo de toda mi vida...con el hombre al que odio.

Resoplo. Dios, estoy hecha un lío.

Necesito un café bien cargado y descansar como es debido, porque apenas si he pegado ojo un par de horas.

— ¿Cómo ha amanecido mi esposa? ¿Agotada?

La voz ronca y somnolienta de Angelo a mis espaldas casi me mata del susto y hace que dé un brinquito fuera de la cama, lo que solo provoca que él estalle en carcajadas y me den ganas de tirarle una almohada a la cabeza.

Si no lo hago...es porque el mero hecho de moverme más de la cuenta me causa molestia. Pero lo fulmino con la mirada, intentando mirar a cualquier parte menos a su cuerpo esculpido y totalmente desnudo.

Me obligo a permanecer indiferente y me muevo por el cuarto buscando una toalla en el armario y un camisón para poder ducharme.

Él se limita a contemplarme con esa media sonrisa burlona, a la espera de mi respuesta.

— No, lo cierto es que me encuentro de lo más fresca ¿sabes? Tengo que decir que lo de anoche no fue para tanto, con todo lo que presumías esperaba más —miento como una bellaca y finjo estar demasiado ocupada preparándome para ir a bañar como para darle la cara.

No me siento mal por haberle mentido, porque lo último que quiero es agrandarle más ese ego desmesurado que se gasta y que me irrita tanto.

Doy un respingo cuando siento sus manos enroscándose a mi cintura desde atrás y cuando pega su cara a mi clavícula para inhalar mi aroma a sexo matutino me tenso y me invade un escalofrío que trato de enmascarar con una mueca de asco.

Intento apartarme, porque me pone nerviosa su cercanía y no quiero darle el gusto de que se dé cuenta, pero él no me deja ir y su toque enciende de nuevo el fuego en mi piel, que parece no haber tenido suficiente de sus caricias y atenciones.

— ¿Ah, sí? No me digas. ¿Por eso te corriste tres veces y gritaste mi nombre como si estuvieras adorando a tu Dios? — replica, provocando que mis mejillas se calienten de rabia porque me ha dejado en evidencia y antes muerta que no tener la última palabra.

— No iba a hacerlo, pero tengo que confesártelo...anoche fingí, Angelo. Estabas tan entregado que me dio pena y monté todo ese teatro por eso. Pero no sentí nada.

Contengo la respiración, a la espera de su reacción que no tarda en producirse. Me sujeta del brazo y me gira hacia él tan bruscamente que me estrello contra su pecho y me agarro a su cuello para no perder el equilibrio – lo que llevaba en las manos no tiene tanta suerte, porque acaba en el suelo – mientras sus manos se enroscan de nuevo en mi cintura y me atrae hacia él hasta que estamos pegados y puedo sentir su respiración caliente y furiosa en mi rostro.

Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra  italianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora