ANGELO
Es la última jodida vez que hago caso a los consejos de mi maldito hermano, Massimo.
Debería haber pasado de lo del cóctel y dejar que todo el mundo se enterara de mi compromiso con Bianca por los medios, pero él y Fabrizio me acorralaron ayer por la mañana para convencerme.
Y aunque en parte creo que es buena idea para acallar las habladurías y tantear el terreno con mis aliados, la otra me advierte de lo que pasará si esa condenada provocadora decide excederse con algún infeliz que no sea yo solo por hincharme los cojones.
Dudo que alguien vea con buenos ojos que me cargue a alguno de mis aliados o familiares – algunos de mis primos tienen la mano muy larga – pero si tengo que hacerlo me va a importar una mierda su jodida opinión. Así como tampoco lo hizo cuando maté al desgraciado que se hacía llamar mi padre con mis propias manos.
No me tembló el pulso. Nunca lo ha hecho, ni siquiera en mi primera vez, con catorce años.
Desde entonces, me he vuelto cada vez más temible y violento con los años. Sé que muchos me consideran un monstruo y eso me encanta, adoro que me tengan pánico, porque este solo provoca respeto y evita el lastre de las traiciones.
Esa mentalidad es la que me ha ayudado a hacer frente a los negocios que quedaron a mi cargo cuando me convertí en Don. Siempre he estado preparado, mucho más que el viejo degenerado, quizá por eso me odiaba tanto como me temía.
Creo que sabía lo que pasaría. Solo me arrepiento de no haberlo hecho antes.
Pero ya no tiene remedio.
Termino de ajustarme la corbata negra a juego con mi frac y me deleito con la imagen que me proporciona el espejo. Estoy impecable, como siempre.
— Vaya, qué elegante, hermano. ¿Tratando de impresionar a tu mujercita?
Es Fabrizio con el que me cruzo en las escaleras y me dedica un silbido de apreciación.
Él ha optado por el gris, mientras que yo voy de negro.
— No me hace falta. Ya lo he hecho — replico, bravucón.
Sus risas atraen a Massimo, que se ha ataviado con un Armani azul marino de lo más favorecedor. Los tres vamos a causar furor entre las mujeres, como de costumbre.
Supongo que Sabrina seguirá en su cuarto arreglándose.
La fiesta no comenzará hasta las nueve, dentro de una hora, y por supuesto se celebrará aquí en nuestra mansión.
Intercepto a Graziella, que va de aquí para allá cargando con bandejas y copas para ultimar los preparativos, para preguntarle por mi hermana.
— Está en su cuarto terminando de vestirse, señor. ¿Desea que la llame? —inquiere, solícita y echándole miradas fugaces a un Fabrizio que aunque lo disimula a la perfección no puede evitar corresponderle cuando cree que no lo ve.
Conozco a mi hermano demasiado bien. Es por eso que vamos a tener que mantener esa conversación antes de lo que esperaba.
— No, más bien ve a ayudarla. Ya se encargarán las demás chicas de terminar aquí — indico, a sabiendas de que mi hermana se siente más cómoda con ella que con ninguna. Las dos han sido inseparables desde que apenas levantaban un palmo del suelo.
— Ahora mismo subo, señor.
Y dicho esto, se marcha, toda eficiencia.
Me quedo mirando a Fabrizio a propósito, pero él esquiva mis ojos y se adueña de una copa para rellenarla con Moët, luego hace lo propio con otras dos y nos las tiende a Massimo y a mí.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...