🐍CAPÍTULO 1O🐍

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ANGELO

La semana se ha esfumado a una velocidad insana, casi tan rápido como mi cordura. Y mi humor es tan agrio que ni yo mismo me soporto.

Ni siquiera sé por qué estoy tan irascible, pero es algo que no puedo controlar. Como el hecho de que la maldita altanera no ha dejado de ser la protagonista de mis pensamientos ni un solo día, llevándome al borde.

Todo empeoró después de que el bastardo de su hermano se perdiera durante la fiesta con Sabrina. Solo de pensar que pudieran haber estado follando con todo descaro en cualquiera de las habitaciones me entró ganas de desatar una masacre.

No sé qué diablos me detuvo.

Nunca he sido de los que preguntan antes de actuar; al contrario, peco de impulsivo.

He agotado todas las malditas existencias de alcohol en la mansión y ya no me queda nada con que calmar mis nervios.

Nada que me haga olvidar mi realidad.

En unas horas me casaré con Bianca.

Y aunque eso es lo que quiero, porque la deseé como un demente desde el primer día en que la vi, algo me impide disfrutar plenamente de mi triunfo.

Y ese algo tiene que ver con Sabrina y su maldita terquedad. No estoy acostumbrado a esa faceta de ella y nunca he sido bueno tolerando la desobediencia.

Pero esa conversación tendrá que esperar. Hay asuntos más urgentes que requieren mi atención.

El primero de ellos está aporreando la puerta de mi despacho sin importarle una mierda que haya dado órdenes expresas de no ser molestado.

Fabrizio es un grano en el culo.

Emito un gruñido sordo y me levanto de la silla giratoria con brío. Cuanto antes lo escuche antes se largará y me dejará solo con mis pensamientos.

El retrato de madre, que pende de la pared del despacho, me devuelve una mirada cálida que me hace tragar en seco. La echo de menos más de lo que me gustaría admitir, a pesar de que hace ya más de diez años que murió.

Me he preguntado a menudo qué le parecería Bianca y he llegado a la conclusión de que ella le agradaría.

Tiene todo lo que un hombre cuerdo podría soñar; un cuerpo de infarto, piel sedosa y perfecta, belleza hipnótica, ojos verdes que te traspasan y sobre todo una personalidad chispeante.

Suelto un suspiro cansado y me encamino hacia la puerta, abriéndola de par en par.

—¿Se puede saber qué cojones quieres? — espeto, sacando a relucir mi genio.

Mi hermano me responde alzando una ceja rubia con indolencia y, sin ser invitado, se abre paso en la estancia y se deja caer en uno de los sillones, sacudiéndose una pelusa del caro traje de firma que viste.

Lo engreídos sí nos viene de familia. Ni siquiera Massimo se libra.

—Veo que estás tan encantador como siempre. Te aconsejo que cuides tus modales si no quieres espantar a tu mujercita antes de tiempo —comenta, con la insolencia que lo caracteriza. Y lleva razón, aunque me joda.

—Eso es algo que no te concierne. Ocúpate de que todo esté a punto para la ceremonia. ¿El cura llegará a las doce? — inquiero, cruzando las piernas.

—A las doce en punto, sí. Este viene desde Roma. Tu fama te precede y cada vez resulta más difícil comprarlos — espeta, no sin cierto desagrado.

El mismo que dejo traslucir yo.

—No deberían andarse con tantos remilgos, teniendo en cuenta que pagamos su nómina.

Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra  italianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora