BIANCA
Angelo me toma completamente por sorpresa con ese beso arrebatador y posesivo a rabiar que me ha dejado con el corazón latiendo a toda máquina en el pecho y una humedad más que considerable entre las piernas.
Admito que me enciende ese lado posesivo suyo y que me tiemblan las piernas ante la forma en que aferra de la cintura y me estrecha contra sí, marcando territorio.
Su mirada de depredador deja en claro a cualquiera que si se atreve a tocarme o a mirarme siquiera deberá atenerse a las consecuencias de su ira. Y no debería excitarme tanto, pero el caso es que lo hace.
Por mucho que lo odie, no puedo controlar las reacciones que provoca en mi cuerpo. Sin embargo, lejos de ser un problema, eso me da ventaja. Y pienso aprovecharlo en mi favor.
Con esto, Angelo acaba de mostrarme una debilidad y a mí siempre se me ha dado bien provocar. Veremos quién acaba antes con quién.
De momento, me limito a sonreír con falsa amabilidad a sus dos primos, que se han quedado alucinados con el espectáculo. Sin duda, somos la comidilla de toda la sala ahora mismo.
Y la idea me agrada.
— Es un placer conoceros — digo, extendiendo mi mano para que la estrechen. Y lo hacen, pero mucho más cortados que si mi futuro marido no hubiese intervenido, a buen seguro.
Y hablando de él, recorre con los ojos las manos de Rómulo y Vincenzo para asegurarse de que no tocan más de lo políticamente correcto.
A juzgar por las chispas que parecen desprender sus ojos cuando atraigo la atención de cualquier hombre que no sea él, no me cabe duda de que se las amputaría de cuajo, aquí mismo.
— El placer es todo nuestro, bella. No cabe duda de que mi querido primo es un hombre afortunado — comenta Vincenzo, que parece ser el más atrevido.
Su hermano le da la razón y ambos me sonríen con lascivia. Queda claro cuánto envidian a Angelo.
Y hablando de él, aunque les sigue el juego, puedo notar que está lívido de ira.
Admito que provocarlo es más fácil de lo que pensaba y eso me divierte.
Diversión que me dura poco, porque enseguida me sujeta del brazo con malos modos y me lleva aparte tras mascullar un seco:
— Si me disculpáis, tengo que hablar con mi futura esposa a solas.
El muy patán ni siquiera espera a que conteste antes de arrastrarme hasta un rincón apartado, pero yo me giro y me las apaño para dedicarles a los dos – que no nos quitan ojo de encima – mi sonrisa más seductora.
Su gruñido no se hace de rogar y me satisface enormemente ver que está que echa humo por las orejas.
Y eso que acabo de empezar.
Voy a hacer de este matrimonio un infierno. Esos serán mis votos sagrados.
— ¿Te estás divirtiendo provocándome, maldita niña altanera? — ruge, endureciendo su agarre y con todos los músculos en tensión.
Forcejeo, sin dejarme intimidar, hasta que me suelta y lo encaro.
— Sí y mucho. ¿Ahora puedes disimular? Estás montando una escena y dudo que eso nos beneficie, no pensé que fueras tan primitivo — espeto, por no decirle que directamente piensa con la de abajo. Su testosterona de macho alfa podría arruinarlo todo y tampoco me conviene.
Él resopla, encendido, antes de echar un discreto vistazo en derredor para – efectivamente – comprobar que todos, absolutamente todos los invitados a esta pantomima, no se pierden detalle de nuestro encontronazo.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...