🐍CAPÍTULO 23🐍

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ANGELO

Hace una mañana preciosa.

Echaba de menos navegar. Es algo que siempre me ha encantado. Pero por desgracia, mi tiempo de ocio suele ser más bien nulo.

Digamos que esto puede considerarse una excepción.

A Bianca le está sentando bien el aire puro y el mar, sin duda. O quizá esté así de relajada porque me la he follado en cada puto rincón de este maldito yate.

Les he ordenado a mis hombres que ni se les ocurriera asomarse por la cubierta a no ser que quieran que les meta un tiro entre las cejas. Ninguno se ha atrevido a salir, ni siquiera ahora, a pesar de que los gemidos de Bianca hace rato que se acallaron.

Le echo un vistazo y mis comisuras se levantan hacia arriba al ver su expresión apacible; está sentada sobre mis piernas y tiene la cabeza apoyada en mi hombro mientras contempla la inmensidad del océano, con la mirada perdida.

Yo la aferro posesivamente por las caderas, su aroma a coco penetra por mis fosas nasales y la aspiro como un adicto que acaba de chutarse su última dosis.

Todavía está sudorosa y enrojecida por el esfuerzo físico y yo, por mi parte, aún la tengo como una piedra. Pero será mejor que recuperemos algo de fuerzas, porque estamos a punto de llegar al puerto y dudo que los lugareños vieran con buenos ojos que dos exhibicionistas estuvieran desnudos y follando a plena vista.

Además, tendría que sacarle los ojos a cada maldito bastardo que se atreviera a mirar a mi mujer. No merece la pena perder el tiempo, tengo cosas más urgentes de las que ocuparme.

—Es tan bonito...—exclama, con nostalgia y vuelvo a centrar mi atención en ella.

—Sí, lo sé. Es uno de mis rincones preferidos para viajar, hacía años que no venía por placer, pero no he olvidado lo mucho que me gustaba perderme en sus playas y saborear la comida napolitana —le confieso, extrañamente vulnerable. Ni siquiera me he dado cuenta de toda la información que he compartido con ella, simplemente me ha salido sin más.

Y me siento...bien.

—No lo dudo, pero me refería a nosotros —aclara ella, con el tono más suave de lo que le he oído nunca. —No nos hemos peleado en toda la mañana.

Solo entonces caigo en la cuenta de que tiene razón. Podría atribuirlo al hecho de que hemos estado demasiado ocupados follando, pero no es excusa porque incluso así nos las arreglamos para acabar como el perro y el gato.

Me encojo de hombros, sin hacerme demasiadas ilusiones. Ambos sabemos que la tregua durará poco, pero esa es la parte más excitante de este matrimonio.

—Y al menos deberíamos seguir aparentando que estamos locamente enamorados, en el casino hasta las paredes tienen ojos y oídos —le advierto, para que sepa a qué atenerse.

De cualquier manera, no pienso permitir que nadie le haga daño para intentar joderme.

Mis palabras provocan que se inquiete y, tal y como es su costumbre, empieza a hacer preguntas inoportunas.

—¿Y de qué negocios tenías que encargarte aquí?

Entrecierro los ojos. No me conviene que sea tan curiosa, parece que no es capaz de entender que cuanto menos sepa de toda la porquería que nos rodea, mejor para ella.

—Nada de lo que debas preocuparte, no me llevará mucho tiempo. Si todo sale bien, mañana nos habremos ido para continuar con el viaje —replico, pensando que mis palabras la aliviarían. Pero no parece ser el caso.

Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra  italianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora