BIANCA
He entrado en un estado de pánico constante que no me abandona ni siquiera ahora que estamos volando en dirección a casa.
Cuando Angelo se desmayó en mis brazos, sentí que mi mundo se venía abajo. No lloraba tanto desde la muerte de mis padres y de nonna Silvia.
Nunca pensé que me afectaría tanto lo que le ocurriera. Creí odiarlo hasta que lo vi desfallecer en mis brazos tras haber recibido una bala por mí.
Todavía no se ha despertado. Ha tenido pequeñas rachas en las que la consciencia le iba y venía mientras deliraba de fiebre. No le he soltado la mano en ningún momento, ni siquiera cuando el médico que ha venido en el jet que nos ha rescatado lo estaba atendiendo.
Ahora se está encargando de Umberto, cuyo estado es crítico. Todavía no se sabe si saldrá de esta y yo solo puedo rezar para que sobreviva.
Todavía no logro entender cómo se las ha arreglado Ciro Giambardella para enviar a todo un ejército de hombres especializados en misiones de alto riesgo -sus palabras, no las mías- con equipo médico incluido en tan poco margen de tiempo. Pero lo que está claro es que seguimos vivos gracias a él.
Cuando el tiroteo cesó, me escoltaron hasta mi cuarto para recuperar nuestras pertenencias y pude comprobar que tenía un mensaje suyo.
Os han tendido una trampa, mis mejores hombres van de camino. Tómate esto como un favor a cambio de que me consigas entrar en la mesa de negociaciones.
Está claro que ahora voy a tener que devolverle el favor porque él no es de la clase de hombres que dan nada porque sí, pero si ese es el precio que tengo que pagar por la vida de mi esposo, que así sea.
He tomado una decisión y jugaré mis cartas con todas las armas que tengo. Jamás había tenido nada tan claro en mi vida.
—¿Cuánto falta para llegar? —le pregunto al que está al mando, un hombre fornido de poblada barba castaña llamado Lorenzo. Al parecer, es el segundo al mando de Ciro.
—Quince minutos, señora. Hemos avisado a los Salvatore para que estén preparados —me informa y trago saliva. ¿Cómo voy a explicar lo sucedido sin tener que revelar la verdad? Estoy entre la espada y la pared.
—¿No vamos a ir al hospital?
Me mira como si hubiera dicho algo demasiado absurdo y niega.
—No hará falta, está todo dispuesto para atenderlo.
—Está bien. ¿Y ellos saben que yo he estado...en contacto con Ciro? —me atrevo a preguntar, tratando de mantenerme estoica cuando la realidad es que estoy muerta de miedo. Todo lo ocurrido me está pasando factura.
—Descuide, el señor Massimo se ha hecho cargo de todo. Ha informado a sus hermanos de que fue él quien le pidió ayuda al señor Giambardella. Ambos llegaron a un entendimiento —aclara, con gesto astuto.
Mi desconcierto es más que notorio. ¿Massimo ha hecho eso? No me lo esperaba.
La gratitud me invade y las lágrimas amenazan con aflorar de nuevo. No me merezco su generosidad. Cualquier otro en su lugar me habría delatado.
Tendré que hablar con él en cuanto me sea posible y explicarle la situación.
—Entiendo, gracias —musito, llevándome un sorbo de agua a los labios resecos.
Me dedica una inclinación de cabeza y se retira a la cabina, junto con el piloto.
Hay al menos una veintena de hombres pululando por aquí y no puedo relajarme ni un instante, porque no soy idiota. Sé que Ciro no da puntada sin hilo y no puedo fiarme de él.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...