BIANCA
Angelo es un enfermo terrible.
Apenas lleva tres días guardando reposo y ya está que se sube por las paredes.
Todos, absolutamente todos en esta mansión, hemos tenido que andarnos con pies de plomo para no agriar el pésimo humor que se gasta.
Y es que si al hecho de que es un hombre que no está acostumbrado a parar quieto ni un segundo y verse limitado lo frustra sobremanera, le sumamos que se ha visto sometido a un exceso de estrés debido al problema que tenemos con la Societá y sus exigencias de forzar una alianza -algo que tiene muy descontentos a muchos de nuestros socios, por lo que las negociaciones están siendo duras- el resultado es un cóctel molotov.
Tanto así que a veces ni siquiera yo me atrevo a hablarle por el mal genio que tiene y me escabullo hasta que se tranquiliza un poco. Como ahora.
Hace una mañana preciosa y he decidido salir al jardín para dar un paseo que me ayude a despejarme. Dios sabe que necesito dejar mis preocupaciones a un lado, aunque sea durante un rato.
En los días buenos, Angelo y yo hemos paseado por la propiedad -lo que me ha ayudado bastante a familiarizarme con mi nuevo hogar- pero hoy voy a tener que hacerlo sola. Incluso un ogro parecería encantador a su lado ahora mismo.
Los turcos están siendo particularmente difíciles de persuadir. No he oído mucho sobre ellos, pero lo poco que he escuchado...bueno, realmente me ha revuelto el estómago. Hacen parecer civilizados a los rusos, lo cual ya es decir mucho.
Como sea, lo último en lo que quiero pensar es en eso. Necesito distraerme.
Camino en silencio, dejando que el sol bañe mi rostro y sonrío ante las exuberantes flores que adornan el patio. El jardinero hace una labor espléndida, sin duda.
Mi expresión risueña cae al percatarme de la presencia de una chica menuda de largos cabellos castaños, secándose las lágrimas furiosamente junto al cenador.
No tardo en reconocerla y me acerco, preocupada. Es evidente que no está bien.
—¿Graziella? —la llamo, interrogante. Ella pega un respingo, pero enseguida se sobrepone y cuando se gira para dedicarme una sonrisa resplandeciente, no percibo rastro de llanto en sus ojos.
Tal vez me lo haya imaginado. La tensión que se respira en el ambiente me está contagiando.
—Buenos días, señora Bianca, ¿necesita algo? Acabo de hacer limonada fresca, tal vez le apetezca un vaso —me ofrece, hablando tan atropelladamente que me toma unos momentos procesar sus palabras.
Juraría que he visto un trozo de traje gris marengo perderse entre la vegetación, de vuelta hacia la casa. Un traje que solo recuerdo haberle visto puesto a...Fabrizio.
Y con eso, ato cabos.
Sin embargo, tengo la prudencia de mantener la discreción. No es asunto mío y lo último que quiero es incomodar a la chica después de lo amable que ha sido conmigo desde que llegué.
—Sí, la verdad es que estaría muy bien. Pero solo si me acompañas —repongo, con decisión.
Algo me dice que necesita compañía y yo también me siento muy sola esta mañana. Echo de menos a mi siempre risueña hermana y eso que hablamos ayer.
Está muy entusiasmada porque finalmente Marcello y ella han encontrado el local de sus sueños para montar su nuevo restaurante. Pronto será la inauguración y no me puedo alegrar más por ellos.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...