XIII: Cliente habitual

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La primera vez que entré en aquel anticuado bar solo pasaba unas vacaciones con mi familia. Un camarero un poco más joven que yo nos había atendido con un lápiz escondido en el moño y unos hoyuelos consecuentes de la cálida sonrisa en sus labios. Me dio un  vuelco el estómago, el corazón, el alma... Y hasta entonces no me he quitado aquellos ojos verdes de la cabeza. ¿Lo peor? Solo sabía su nombre y todo gracias al cartelito de su camisa.

Había convencido a mi familia que me era completamente necesario viajar, casualmente, hasta Birmingham y establecerme allí unos seis meses para cosas de la empresa.

-¿Otra vez aquí, Louis? -habló el de rizos acercándose tras la barra con un bolígrafo sujetando su moño- Es la tercera vez esta semana. Empiezo a pensar que no estás por aquí por negocios. -puso las manos llenas de anillos sobre la barra, acercándose a mí con una ceja lasciva alzada. 

Mis ojos fueron por libre, viendo primero sus atractivos labios y luego, se perdieron en su mirada penetrante. No me avergonzada que se diera cuenta de mi respiración entrecortada ni de la forma forzada en la que había tragado. Todo lo contrario; ojalá se diera cuenta, pero pareciera ser que él solo tenía una cosa en mente. 

Se echó hacia atrás, rebuscando bajo el mostrador a la vez que decía:

-¿Vino tu esposa contigo? -quiero pensar que el cambio en su voz fue el miedo a una respuesta afirmativa.

Sacó un botellín de cerveza británica y me la entregó sin mirarme a la cara, colgando el trapo sucio en su hombro.

-Claro, está fuera esperando a que acabe de hablar contigo para que le dé tu número. -comenté sarcásticamente, dándole un trago a la cerveza.

Rió de lado, negando con la cabeza. Abrió la boca para hablar, pero un escuálido tipo le gritó desde el otro lado de la barra para que fuera.

Harry se disculpó con la mirada y fue a atenderle. No entendí ni una palabra de lo que le decía, pero la manera en la que le miraba y la forma en la gesticulaba comenzaba a enervarme.

Bebí del botellín para despejarme y simplemente esperar a que volviera, aunque una tímida chica llamó su atención y se acercó sin que ella se lo pidiera. Resultaba que la joven tenía el rímel corrido y los ojos rojos de llorar.

Casi lloro yo también. Harry se paró a escucharla a hablar, le dio un abrazo y después la condujo al servicio como si aquello formara parte de su trabajo. Y después, al fin volvió a darme la atención que necesitaba por su parte.

-Perdona. -sonrió pasando tras la barra de nuevo, ahora dándome la espalda para manipular la caja registradora- Volviendo a lo de antes, no le daría mi número. -se giró, regalándome una rápida mirada- No a ella. -recalcó cogiendo un vaso tras él. Lo llenó en los grifos que había a escasos centímetros de mí- Pero bueno, es un tema distinto. -se encogió de hombros y marchó a llevarle el trago al muchacho de antes.

No entendí su comentario; si no se lo daba a ella, ¿A quién? Me costó un rato darle sentido a sus palabras, tiempo en el que él había regalado un par de piruletas que llevaba en el bolsillo de su pantalón a la chica llorosa. ¡¿Me daría su número a mí?!

Antes de que volviera, dejé el dinero de la cerveza en el mostrador, junto a la botella vacía.

-Mmm, -volvió a aparecer frente a mí- quizá suene fuera de lugar, pero, ¿Te puedo comentar algo? -se apoyó en la barra sobre sus brazos cruzados, bajando la voz.

-¿Tengo un moco? -me tapé la nariz, queriéndome quitar seriedad a la conversación.

-No es eso. -sonrió- No amas a tu mujer. -fue tan directo como su mirada analizadora.

OS LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora