La Navidad estaba en el aire. La mansión tenía un árbol decorado por muchos de los niños y algunos adultos también.
El mismo Peter no estaba celebrando, pero compartió el espíritu de felicidad que anidaba en los corazones de muchos de los presentes. Especialmente su novia, tú. El día anterior habían ido al centro comercial donde no podía decirte que no y se habían sacado fotos juntos con ridículos gorros navideños. Tu sonrisa fue suficiente para que Peter también sonriera.
Él ya te había dicho que no tenías que darle un regalo, a lo que le habías insistido en que si no quería un regalo de Navidad, lo tomaría como algo que le darías un día cualquiera. Peter estuvo de acuerdo.
Los más jóvenes que creían y celebraban la Navidad se acostaban más temprano esperando a Santa y sus regalos al día siguiente. Todavía no era medianoche pero muy pocas personas aún estaban despiertas en la mansión. Los que quedaban hablaban entre ellos o se reían entre amigos. Peter y tú también estaban allí, pero lo último que hacían era hablar.
Peter te tenía atrapada entre el sofá y su cuerpo, mientras te besaba. Tus manos estaban jugando con su cabello. Y sus manos estaban en tu cintura, debajo de tu blusa, podías sentir sus pulgares acariciando lentamente tus costillas. También podías sentir su bulto presionando contra tu entrepierna.
Algo suave golpeó las cabezas de ambos y los separó. Mientras mirabas hacia un lado, Raven te miraba alzando una ceja. Otra almohada de ella los golpeó a ambos en la cara nuevamente.
-¿Pueden conseguir una habitación?
-¡Ay! ¡Está bien! ¡Nos vamos! -le arrojaste la almohada. Y Peter no perdió tiempo en tomarte en sus brazos y llevarte a tu habitación.
-¿Dónde estábamos? -preguntó, frotando su nariz contra tu cuello para luego comenzar a besarte allí. Una vez más, terminó encima de ti, capturando tus labios entre los suyos.
Las manos rápidas de Peter desabrocharon tu sostén antes de que te dieras cuenta y comenzó a acariciarte como sabía hacerlo.
-Joder, bebé. Me vuelves loco... -Peter estaba listo para quitarse los pantalones cuando lo detuviste.
Tenías que darle el regalo. En algún lugar en el fondo de tu mente, nublado por una neblina de hormonas, recordaste lo que habías comprado exclusivamente para él.
-Tengo tu regalo... Espérame aquí.
-¿Qué? ¿Ahora? Cariño, podría ser mañana, realmente no me importaría si...
-¡Quédate ahí, Peter! -Tú también querías lo que él quería, pero te habías prometido dárselo y eso era lo que ibas a hacer.
Tener un baño privado ayudó mucho. Mientras Peter esperaba dolorosamente en la cama, rápidamente te cambiaste allí. La tienda de lencería a la que fuiste tenía lo que estabas buscando y lo que estabas segura de que a Peter le iba a encantar.
-Tu regalo está listo, pero vas a tener que cerrar los ojos -le dijiste desde el interior del baño.
Peter obedeció y solo los volvió a abrir cuando le dijiste que podía. Se mordió el labio inferior al verte. Allí, frente a él, estabas disfrazado de duende navideño que dejaba poco o nada a la imaginación. Una falda verde muy corta hacía juego con un top rojo que resaltaba sus pezones. Pero eso no fue todo, cuando Peter trató de tocarte, le golpeaste suavemente la mano y te levantaste la falda para revelar tu panty sin entrepierna. Viste el momento en que las pupilas ya dilatadas de Peter se agrandaron aún más.
-Feliz Navidad, Pete -le dijiste con una media sonrisa.
-Nena... -Peter hizo un gesto hacia sus piernas para que te sentaras sobre él y lo hiciste. Necesitabas sentir su polla, tanto como él necesitaba estar dentro de ti, pero primero querías provocarlo un poco.
Te sentaste sobre él, pero lo empujaste contra el colchón hasta que te montaste encima de él. Le quitaste los pantalones, pero no los boxers. Sus manos fueron a tus piernas, pero las llevaste por encima de su cabeza, impidiendo que te tocara. Un par de esposas hubiera estado bien, hiciste una nota mental para comprar un par para la próxima vez.
Sentado como estabas encima de él, pasaste los dedos por todo su pecho. Podrías crear hielo con tu mutación, así que hiciste un cubo de hielo que comenzó a derretirse en su torso. El agua helada hizo que Peter se estremeciera tanto de frío como de placer.
Cuando le quitaste los calzoncillos, su miembro estaba completamente erecto y goteaba líquido pre-seminal de la punta. Te acomodaste encima de él de manera que tu entrepierna rozó contra su polla pero sin que él te penetrara. Te estaba rogando con los ojos.
Peter te estaba observando y vio cuando empezaste a frotarte el clítoris con los dedos y empezaste a gemir. Todavía llevabas las bragas y Peter tenía una vista de primera fila de lo que estabas haciendo.
-Déjame -exigió. Peter puso su mano sobre la tuya y comenzó a hacer vibrar sus dedos. Aunque técnicamente era tu mano la que estaba en la parte más sensible de tu cuerpo, era la suya la que te estaba llevando al borde del orgasmo.
-Peter... estoy cerca. ¡Joder! -gemiste.
En ese momento, Peter aprovechó su mutación y volvió a estar encima de ti pero esta vez entre tus piernas.
-Quiero probar todo de ti -dijo vibrando su lengua contra su clítoris. Eso fue más que suficiente para que tu espalda se arqueara y te corrieras en su boca. Peter lamió todo tu sexo y tus piernas donde te habías mojado. Con sus dientes rasgó la fina tira de tu braguita y finalmente se deshizo de ella.
-Eres travieso -le sonreíste.
-Mira quién habla, ¿estás lista?
-Desde esta mañana he estado pensando en esta noche, cariño.
-Bien entonces.
Peter, acostado encima de ti, empujó tu coño con un solo movimiento brusco. Ambos soltaron un gemido. Finalmente.
Peter besó tus pechos mientras continuaba moviéndose dentro de ti. Ustedes dos habían estado saliendo durante años, pero el tiempo no había disminuido la pasión en el sexo. En absoluto y con cierta frecuencia, como ahora, podrías permitir que aumente tu pasión. Peter podía sentir que tus músculos comenzaban a tensarse alrededor de su pene y eso solo significaba una cosa.
Tus uñas se aferraban a su espalda y sus movimientos comenzaron a ser más rápidos.
-Por detrás -lograste decir entre gemidos y jadeos.
Peter no perdió tiempo en ponerte a cuatro patas y empezar a follarte rudamente por detrás. Tu cabeza descansaba sobre una almohada que mordías mientras sentías toda su virilidad dentro de ti. Te estabas conteniendo de correrte, pero no pudiste soportarlo más.
Un intenso orgasmo hizo temblar todo tu cuerpo y fue la almohada la que ahogó el grito de placer que soltaste. Aunque Peter no podía ver tu cara, sabía la sonrisa que tenías.
Aún no se había corrido, pero estaba cerca.
De costado en la cama, acurrucándote, Peter levantó una de tus piernas mientras continuaba moviéndose con fuerza en tu coño. Podías escucharlo gemir en tu oído y sentir su semilla dentro de ti, acompañada de tu nombre saliendo de sus labios. Con cuatro embestidas más, Peter se vació por completo dentro de ti.
Peter no salió de tu interior y estabas agradecido por eso porque todavía querías sentirlo un poco más. Te acercó a su cuerpo, te rodeó con sus brazos y te besó el cuello y los hombros.
-Feliz Navidad, Peter -le dijiste ya cerrando los ojos.
-Feliz Navidad, cariño.
Peter no celebraba la Navidad, ni lo haría nunca, pero si cada 25 de diciembre le ibas a invitar a una sesión de sexo como la que le acababas de dar, entonces ese tipo de vacaciones sí le interesaban.
Peter quería devolverle el favor, tal vez el Año Nuevo sería un buen momento. Y Peter ya sabía qué hacer.