Capítulo 34.1 Memorias del ayer

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Capítulo 34.1 Memorias del ayer


La brisa de la mañana entraba por un hueco de la ventana. Cuando Miyagi se acercó a cerrarla por completo sintió en su rostro el aire fresco y pudo oír el sonido de los pájaros en el jardín. Con su taza de café en la mano echó un sorbo y se quedó mirando el cielo azul limpio y despejado. Llevaba cinco días de reposo, y durante esos cinco días Takeshi le había acompañado a cada momento. Esa mañana había sido la primera de todas ellas en las que se levantó sin sentir dolor de cabeza. Por esa razón había ido en contra de las normas del doctor, que le había prohibido tomar café durante unos días; Miyagi necesitaba algo que le despertase de aquel sopor.

"Son las siete de la mañana todavía... seguro que Takeshi se despierta dentro de poco". 

Había descubierto, para su sorpresa, que Takeshi era madrugador; y no porque se pusiese el despertador, sino porque él mismo se despertaba por propia voluntad. Cuando Miyagi le había preguntado por la razón, él simplemente le había dicho que le gustaba aprovechar el día.

Fue hasta el salón para terminarse el café; pero antes de sentarse, abrió las cortinas que estaban justo al lado, dejando entrar así la luz de la mañana. Abrió un poco los ventanales para que se refrescase la habitación (que en realidad eran puertas de cristal que daban al jardín) y fue hasta el sofá. 

Sorbió un poco del café y su mirada se posó sin querer en el cajón cerrado. Las cosas seguían ahí metidas, intactas en el tiempo. En él había metido no sólo los álbumes de fotos, sino diferentes cosas que había guardado de cuando era joven: su libro favorito, una revista de deportes, un superhéroe...

"Takeshi no pertenece a mi pasado, él nunca estuvo ahí y nunca podrá estar. ¿Por qué debería dejarlo entrar ahora? ¿Por qué motivo?"

Pero mientras recordaba aquellos días del ayer que tan lejos le parecían, mientras pensaba en las cosas que había hecho de adolescente, algo en su mente se activó. Abrió los ojos como platos mientras las memorias del ayer se aproximaban a su presente... 

— No puede ser... no, no —Dijo, entre sorprendido y emocionado—. Es imposible... pero... —Se rio mientras se levantaba corriendo, dejando la taza sobre la mesa y abría bruscamente uno de los cajones. Un cajón que, por suerte, Takeshi no había llegado a tocar. 

Sacó una caja de su interior y la abrió con cuidado. Dentro de ella, había dos pegatinas blancas con letras encima, ya desgastadas por el tiempo y una medalla redonda, bastante más pequeña que su mano. 

En una de las pegatinas ponía "Leyen", en otra "Dragón". 

— Aquel Takeshi... y este Takeshi... ¿son el mismo? ¿Realmente son el mismo? 

De rodillas en el suelo comenzó a reír como un tonto, incrédulo. 

— ¿Qué es esto? ¿Una broma del destino?

Acarició el medallón mientras los recuerdos regresaban. 

— Es tan ridículo que no puedo creerlo —Miró hacia arriba, apoyando sus manos en el suelo—. Es imposible, es tan imposible...—miró de nuevos las cosas—. No has cambiado nada, ¿eh, Takeshi?


Tokyo. Nueve años antes.


— Take-chan, por favor, hoy compórtate bien que vamos a casa de alguien importante. 

— Pff —Takeshi, con ocho años de edad, encogió los hombros y soltó un bufido, como si no le importase lo que su madre estuviese diciendo—. Yo quería ir con Hiroki. 

Wagamama na Koi 1 "Unmei"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora