22 | El baile de las dinastías

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Habían pasado dos días desde que Mike y yo rompimos. Cada día un poco más de mi corazón me pertenecía a mi y menos a él. Le echaba de menos, a pesar del poco tiempo que habíamos estado juntos. Aún había una parte de mi que quería salir corriendo e ir con el, abrazarlo y hacer como si nada hubiera ocurrido.

Hacía un día espectacular, por eso habíamos decidido quedar para ir a la playa. El cielo estaba despejado de nubes y el sol brillaba con fuerza. Estaba repleta de gente. Nos tumbamos en una gran manta.

—¿Sabéis que se ha abierto el plazo para mandar las cartas de presentación para asistir al baile de las dinastías? —exclamó Lucas. Hacía años que quería asistir a ese baile, pero nunca pasaba la fase de las cartas.

—Si, yo ya estoy preparando la mía por cuarta vez —respondí yo.

—¿Qué es eso? —preguntó Emma

—Es un baile benéfico, cada año hay una temática diferente y te disfrazas acorde a ella. Además como su nombre indica, va por dinastías, una vez que consigues la invitación, todos tus descendientes la consiguen. Pero para introducir nuevas familias  un porcentaje de invitaciones son para nuevas familias y otras se marchan. Por eso lo de las cartas de presentación —explicó Julie.

—¿Tu tenias invitación? ¿No? —preguntó Lucas a Julie. Ella asintió.

—Que envidia, llevo una eternidad intentando entrar y siempre me rechazan —conteste yo.

—¿Qué os parece si nos presentamos todos? —preguntó Lucas

—Por mi bien, además si Julie quiere nos puede ayudar con las cartas —respondí yo. Ella volvió a asentir. Le di un abrazo, este año era diferente, lo sentía. Este año todo era posible.

Pasamos varias tardes en casa de Julie preparando las presentaciones, además nos ayudó que nos dejará la de su madre. Resulta que era una mujer muy elegante e importante en la alta sociedad parisina, no era de extrañar que la aceptaran a la primera. 

UNA SEMANA DESPUÉS

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UNA SEMANA DESPUÉS

Faltaban pocas horas para que el cartero terminara su jornada y no solo eso, también era el último día para recibir la invitación. Rondaban las cuatro de la tarde. Mi corazón no paraba de palpitar a la velocidad de un coche de carreras. Estaba caminando de punta a punta de la caravana.

—Zoe, para ya por favor. Me estas poniendo nerviosa —se quejó Olivia.

—Perdona —conteste yo y me senté en una silla. Empece a mover nerviosamente encima de la mesa los dedos haciéndolos sonar. PUM, PUM...

—¡ZOE! ¡Estate quieta! —grito Olivia. Levanté las manos y me quedé delante de la puerta.

Mis esperanzas se agotaban por cada minuto que pasaba. De repente tocaron la puerta. Mis ojos se llenaron de alegría e ilusión. Corriendo abrí el pomo de la puerta, debido a los nervios esa tarea tan sencilla me resultó complicada.

Ni ellos lo entienden✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora