23 | Cenizas

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Sus labios se habían unido a los míos.

—¿Qué haces? —pregunté yo desconcertada.

—No querías hechos —contestó él.

Se acercó otra vez a mi y volvió a fundir sus labios con los míos.

Me acerco a él. 

Sus manos se deslizaban por mi cuerpo como serpientes. 

—No se si seré capaz de quitar eso —exclamó dudoso señalando el voluminoso vestido.

Empezó a besarme el cuello.

Jadeaba. 

Intentaba desabrochar las cuerdas que mantenían firme al corsé. 

Pocos minutos después lo logro. 

Estaba en ropa interior en medio del jardín trasero. 

—¿Una tanga?¿Sabes que las mujeres victorianas no llevaban esto, verdad? —dijo con un tono divertido —Tendré que penalizarse por ello. 

Sus besos empezaron ascender. 

Llegó a los pechos. 

Joder, estaba ardiendo. 

Me miró, malditos ojos verdes. 

Con una mano me quito el sostén y con la restante la tanga. 

Los lanzo. 

Empezó a besar mis senos mientras introducía sus ágiles dedos dentro de mi.

Gemía de placer. 

Su lengua lamia mi pezón izquierdo. 

Cada vez con más intensidad. 

Sus dedos por segundos ejercen más presión y yo jadeaba mas, tanto como un perro después de una maratón. 

Gemía, no podía parar. 

Su lengua empezó a descender. 

Llego hasta mi zona intima. 

No quedaba mucho para llegar al final. 

Empezó a besarme cerca del coño, finalmente introdujo su lengua en mi. 

Gemía con la fuerza de mil tormentas. 

No podía parar. 

Me corrí, el lamió por última vez y se acercó en mis labios. 

Me miró. 

Le mire. 

Me beso con fuerza. 

De repente, una gran multitud de personas salieron de la sala de baile y se dirijian al jardín trasero. Nos escondimos detrás de unos grandes arbustos.

—¿Dónde está mi tanga y mi sujetador? —pregunté yo nerviosa.

—Mierda, los he lanzado —dijo llevándose la mano a la cabeza. —Quédate aquí ahora los busco- Exclamó el.

—Mike, no me voy a ir a ninguna parte, estoy en pelotas —conteste yo. El se río y desapareció entre las hojas.

Mire a la luna. Estaba en lo alto del cielo despejado de la noche. ¿Esto era un error? El viento sopló con delicadeza.

Volvió a aparecer.

—Toma —me dijo tirando el sostén y la tanga encima mio.

Me costó casi quince minutos ponerme el complejo vestido de nuevo. Estaba despeinada así que deshice el complicado recogido y lo sustituí por uno más sencillo.

—¿Te parece si nos vamos y seguimos en un lugar más tranquilo? —preguntó.

—Te dije que no iba hacer más —conteste yo rozando sus labios. Miro la hora en su teléfono, quedaban algo más de quince minutos para que el baile se acabara.

—¿Puedo llevarte a casa? Lo de después ya lo veremos —volvió a preguntar. Yo asentí.

Empezamos a caminar hacia la limusina que había traído a la familia de Mike.

Estábamos a varios metros de las grandes y antiguas verjas de metal.

—¡Zoe! —se oyó desde la distancia. Era la voz de Julie.

—¿Qué? —pregunté yo cuando estaba a escasos centímetros de mi. Miro a Mike con desaprobación y después a mi.

—Lucas nos deja quedarnos a dormir, por si querías quedarte —dijo Julie.

Mike me agarró la cintura con fuerza. No quería que me marchara, quería que me quedara a su lado y eso hice.

—No gracias, pasadlo bien —contesté yo y salimos del recinto.

Juntos.

¿Volvía a ver un nosotros?¿O esto era cuestión de esta noche y nada mas?

Ni ellos lo entienden✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora