4 | La sirena

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Estaba en la playa, el ambiente era tranquilo. De fondo se escuchaban las olas del mar. Era una noche despejada, se podía apreciar la luna llena reflejada en el agua. El cielo no tenia ninguna estella, era completamente negro. No había ninguna nube. Entonces empezó hacer un fuerte viento, me arrastraba hacia el mar hasta hacer que me adentrara dentro. Olas gigantes me engullía, no podía respirar. Me ahogaba. El agua se volvió negra como la noche. Y entonces apareció él, ese chico, el que casi me arruina la vida, si no lo había hecho ya. Yo no podía moverme, él se acercaba más y más. Sus ojos eran siniestros, como los de un asesino antes de matar a su víctima. El me tocaba poco a poco, deslizaba sus manos sobre mi.

Me desperté, estaba empapada. Gracias a dios había sido una pesadilla. Me faltaba el aire. Fui a beber un vaso de agua para ver si me tranquilizaba. Pensaba que ya lo había superado, habían pasado tres días. Se que era una cosa grave, pero me convencí a mi misma de que no era para tanto.

Decidí ir a dar un paseo por la playa para tranquilizarme. Salí de la caravana haciendo el mínimo ruido posible y camine hasta la playa. Era una noche tranquila, la luna estaba en lo alto. Lo único que se oía mientras paseaba era mi respiración y las hojas de los árboles agitados por el viento. Tarde unos diez minutos en llegar. El paisaje era precioso, el mar estaba algo revuelto y cerca de él, el viento azotaba con brusquedad.

Desde lo lejos vi a una mujer de espaldas observando el mar, vestía un precioso camisón blanco de encaje. Estaba cerca de la orilla, las olas al llegar a su fin rozaban sus pies. Me entró curiosidad y sin pensarlo estaba caminando hacia ella. Era como si todo mi ser la quisiera conocer. Llegué a su lado, era preciosa. Tenía la tez blanca y un rubio precioso. Sus ojos era de color azul claro, tenia una mirada intensa capaz de decir muchas cosas solo con ella. Me recordó a una sirena, miraba al mar como si lo añora.

—Hola —dijo sin apartar la mirada del mar. Su voz era dulce.

—Hola

—¿Quién eres?

—Nadie importante. Perdón por molestarte.

—No me molestes, algo me dice que nos teníamos que conocer —me dijo regalándome una bonita sonrisa.

—Yo he sentido algo parecido —murmure.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—Nada

—Seguro que algo sí, por eso estás aquí. Nadie viene a las tantas de la mañana a la playa por nada —dijo con un tono irónico. —Puede que yo te pueda ayudar. El destino a veces funciona de una manera extraña —su voz aun sonaba dulce pero se sentía diferente como al principio, más melancólica, más rota.

—No creo en el destino

—Pues deberías, a veces es la mejor manera de entender las cosas. Recordar que todo pasa por algo es un sentimiento que alivia. ¿Qué es lo que te preocupa? —no pude contener más mis lágrimas.

—No sé ni cómo explicarlo —respondí entre sollozos.

Estuvimos un rato en silencio, observando la inmensidad del mar mientras miles de lágrimas caían en la arena.

—¿Sabes? Alguien me drogó. Me intentaron violar. Gracias al cielo no pasó nada, él iba demasiado emporrado, apenas podía consigo mismo, como para cargar conmigo. Era un adicto. Me tocó más de lo debido, pero no llegó a más. Cuando fue hacerme algo se desmayó, se murió de una sobredosis pocos días después. Era conocido en el pueblo donde él vivía, tuve que ir a su funeral. Mi familia y la suya eran amigas. No paraban de decir lo buena persona que era y mierdas así. Lo que a mi respecta que se pudra en el infierno. —Su voz ya no era tan dulce. Era siniestra. Estaba llena de rabia y dolor. Su aspecto dulce e inocente había desaparecido, aquella bella sirena ahora era un monstruo marino.

Ni ellos lo entienden✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora