29 | La llamada

2K 56 3
                                    

Estábamos en la cocina, hoy nos tocaba a nosotros preparar el desayuno. Mañana nos íbamos. Abrí la despensa, estaba completamente vacía.

—¿Qué hacemos? —le pregunté a Mike observando el armario con tan solo unos macarrones.

—Podemos ir hasta el pueblo —sugirió. Estaba a un par de kilómetros, el único problema era que había que atravesar el bosque. Hoy el día estaba gris, a pesar de que el sol había salido las nubes tapaban su luz, por lo que daba un poco de miedo.

Sacamos nuestro lado más aventurero y empezamos a adentrarnos en el bosque, todo era silencio, de vez en cuando oíamos algún pájaro o alguna ardilla moverse entre las hojas de los árboles.

—Alguna vez habría que hacerlo como en Sabrina —dijo él, su voz resonó en todo el bosque.

—¿Como? —pregunté desconcertada. Me sonaba de algo la serie pero no la había visto.

—Las chicas se disfrazaban de caperucita y los chicos de lobo, al contrario que en el cuento caperucita tiene que cazar al lobo, una vez cazado el lobo follan en medio del bosque —explicó. Una fantasía algo potente.

—¿Esa es tu fantasía? —pregunté acercándome a él.

—Solo si estas tú —dijo mientras acortaba la poca distancia entre nosotros.

Fundió sus labios con los míos.

—Tenemos que hacer el desayuno, después —le reñi, finalice la frase con un guiño y un pico.

No tardamos en llegar. El pueblo tenía como máximo unas veinte casas y la tienda era bastante pequeña comparada con las de la ciudad. Me recordó al pequeño pueblo en el que vivía Heidi.

Hicimos una compra con lo imprescindible para hoy y además pedimos al propietario del local que nos llevara a casa y accedió Era un hombre bajito de mediana edad, un señor muy amable y dulce.

Preparamos un gran manjar. "Preparamos" zumo de naranja (eso es lo que dijimos pero en realidad era comprado), tortitas, tostadas y una gran elección de fruta.

 "Preparamos" zumo de naranja (eso es lo que dijimos pero en realidad era comprado), tortitas, tostadas y una gran elección de fruta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estábamos todos sentados en el salón viendo una película de miedo. Alguna de las partes de Insidious. Estaba agarrada a Mike como si mi vida dependiera de ello. Algo empezó a vibrar en su pantalón. Sacó su teléfono, era su madre. Me indico con el dedo que subía arriba y que ahora volvía. Me cambié de lugar para no tener que enfrentarme sola a aquella película, ahora estaba al lado de Olivia con la cabeza apoyada en sus piernas y su brazo encima mio.

La protagonista estaba a punto de morir y la peli acababa. Habían pasado más de quince días desde que Mike se había ido. Normalmente cuando le llamaba algún miembro de su familia no tardaba más de cinco minutos, excepto si era Alex.

Decidí subir para comprobar que estuviera bien.

Llegué a la puerta, era de roble, era de un color marrón intenso. A pesar de ser gorda y robusta se oía a Mike hablar.

—No es de mi incumbencia que os hayáis separado —escuche desde el otro lado.

¿Sus padres se iban a divorciar? ¿Por qué no me lo había dicho?

Toque la puerta, se despidió de su madre y abrió.

—¿Qué pasa? —dijo intentando sonar dulce pero seguía enfadado.

No sabía lo que decir.

—¿Qué tal?¿Algo importante? —pregunte dándole la oportunidad para que me lo contara, que se abriera a mi.

—Nada, chorradas —contestó y fue a darme un beso, no me aparté pero no seguí. Fue frío, sin pasión.

Bajamos abajo, no entendía nada. ¿Por qué? ¿Por qué no me dejaba estar a su lado cuando se cayera? Lo único que quería era ser su compañera. Nos sentamos donde estábamos, la película había acabado, estaban jugando al Karaoke Emma, Julie y Olivia. Julie y Ebo resulta que estaban en su habitación haciendo ruido. Mike se sentó en el sofá. Hacía calor y agobio, cada vez más. Cogí un libro y me marché de aquella sofocante cabaña.

El día se había despejado por lo que todo era más claro y más bonito. Las flores silvestres bailaban con el viento, los pequeños pájaros eran la orquesta y el bosque la gran sala de baile.

Me senté debajo de un gran árbol, no era capaz de reconocer la especie, después de todas las clases que me había dado mi abuela con apenas cinco años. Tenía las hojas grandes y la corteza lisa, pero se despedazaba y parecía que tenía vitiligo. Era precioso a su alrededor tenía pequeñas flores lilas.

Empecé a leer para desaparecer y evadirme de mis problemas. Estar lejos de Mike, la cabaña... Era el último libro de Laura Gallego El ciclo del eterno emperador. No era muy fan de la fantasía, pero Lucas me lo había recomendado y era el único libro que había.

—Zoe, ¿porque te has ido así de repente? —preguntó Mike preocupado. El sol estaba rozando el horizonte y la luna se estaba preparando para salir. No era consciente de cuánto rato había estado allí.

—Me apetecía estar sola —respondió levantándome para volver.

—Podrías haberlo dicho —contestó.

—¿Eres tú el que da lecciones sobre contar las cosas? —pregunte con ironía y enfado.

El se quedó asombrado con mi respuesta.

—¿Pero por qué te pones así? —intentó acortar la distancia, pero yo ya había comenzado a caminar.

Estaba enfada, toda mi sangre hervía como el puchero de una bruja. Entonces me tropecé con una pequeña piedra de color gris con betas blancas. Mierda. El salió corriendo donde mi y se posicionó a mi lado.

—¿Te duele? —pregunto haciendo unos pequeños movimientos circulares en el tobillo. Dolía, intentaba ser fuerte pero era bastante difícil. Nunca había sido buena para aguantar el dolor. Al ver mi reacción me subió en brazos y me llevó hasta la cabaña en ellos. Acurruqué mi cabeza en su pecho e intente relajarme.

Llegamos y se armó un pequeño alboroto. Mike me subió en la encimera y con el botiquín en mano me puso una crema helada y después unas vendas que hacían presión. Poco a poco el dolor disminuía, al igual que mi enfado que poco a poco pasaba a ser decepción y tristeza. 

Ni ellos lo entienden✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora