LVI

282 56 3
                                    

La imagen de mi hermano atado a la rueda que solo había visto en documentos y museos de mi vida pasada me hizo sentir satisfecho, al ser un elementalista del fuego me tocó poner púas abajo para que con cada vuelta fueran desgarrando poco a poco la carne, una de mis sombras se encargaba de darle vueltas hasta que me aburrió; su gritos, maldiciones y lloriqueos dejaron de llamarme la atención, faltaban unas cuantas vueltas para que las púas pasaran a destriparlo y el hecho de que tuviera el veneno del nigrum en sus venas lo iba a mantener despierto hasta la muerte.

–suficiente– de entre los árboles salió Alastor, el mayordomo del que lo había engendrado, su sombra y la sombra de todo aquello que poseía una empezó a erizarse, estaba reaccionando a los sentimientos de su señor.

–Te tardaste en salir, mayordomo– Seth le sonrió –supongo que estabas disfrutando la vista–

–me sorprende un poco su innovación, príncipe– miró el aparato de tortura. Aunque había dicho "suficiente" la sombra no se había detenido y la rueda seguía dando vueltas

–está por terminar, quieres ver el final conmigo, Alastor?– las púas se hicieron unos centímetros más altas y los gritos ahogados de Enzo se hicieron más frenéticos.

–...

–está por aquí? Estás seguro de que está bien? Tal vez ya nos perdimos– en el bosque se escuchó la voz del niño de ojos rosas, ellos no habían corrido y habían caminado lentamente todo el camino.

Escuchar la voz del pequeño hizo que de una u otra forma su otra mitad de sangre se preocupara por el estado mental del pequeño y detuviera el destripamiento de Enzo. El caballero que estaba cargando al niño lo sintió y rápidamente tapó los ojos del pequeño y empezó a caminar a otra dirección.

–...interesante– habló Alastor.

–no sé qué te parece interesante, incluso los demonios pueden ser un poco empáticos. Quiero decir, no quiero pensar que las bestias son incluso mejores en ese aspecto, no desearía avergonzarme por mi sangre

–...– Alastor se quedó callado intentando ocultar que estaba ofendido, demasiado ofendido, el movimiento de su boca demostraba que estaba conteniendo sus palabras

–Esto ya dejó de ser divertido– las sombras desataron a Enzo de la rueda y lo colocaron en el suelo, había heridas horizontales en todo su dorso –terminemos con esto– de su mano emergió una hacha, las sombras pusieron de rodillas a Enzo. –sabes, se dice que para un ser alado, el corte de sus alas es el peor dolor; yo dejé de sentir esa parte del cuerpo hace un tiempo pero por lo que recuerdo era agonizante, supongo que por eso lo hizo mi madre.– se colocó a un costado del cuerpo torturado, levantó el arma y golpeó una vez en la base de las alas pero estas no se despegaron por completo del cuerpo

–AAAHHH– se escucharon gritos desesperados

–oh, vaya, creo que le falta algo de filo al hacha, que mala suerte para nuestro muy querido Enzo– golpeó otra vez y después unas cuantas veces más hasta que las alas cayeron –aunque mi madre lo hacía casi tres veces al mes nunca se atrevió a cauterizar la herida para que siguieran creciendo. Qué mujer tan despiadada no lo cree?– su rostro salpicado de sangre le sonrió al mayordomo

El mayordomo no contesto la pregunta y miraba disgustado al príncipe que alguna vez estuvo orgulloso que ahora suplicaba que lo mataran. Seth tiró el hacha en frente de Enzo

–en fin, vuelvan a atarlo a la rueda y está vez que dure un poco más. No quiero que termine rápi...– el sonido del cuerpo de Enzo cayendo lo interrumpió, el mismo Enzo había cortado su garganta con el hacha de oscuridad

–creí que no tenía filo– mencionó Alastor

–...tal vez solo me falta algo de práctica– contestó Seth sin siquiera voltear a ver el cuerpo. Pronto salió una sombra con forma de lobo de casi dos metros y empezó a comerse el cuerpo de Enzo.

–quisiera saber cómo se encuentra mi madre– Seth se sentó en una roca mientras Nova limpiaba la sangre salpicada en su piel y ropa

–Claro, príncipe. Su madre vive en uno de los palacios más hermosos, tiene buena salud y goza de lujos que ninguna otra concubina tiene–

–me alegro– dijo con una sonrisa débil –mándale al emperador el ala derecha de Enzo y el ala izquierda a su madre. Será suficiente para hacerle algún tipo de funeral o como regalo, seguro que sirve de ambas formas– las alas tiradas en el suelo con pellejo colgando de la base estaban llenas de sangre.

–como ordene– contestó el mayordomo, las recogió y se retiró

–me permite?– Leah extendió las manos y Seth le entregó el collar, Leah se puso detrás de él y se lo colocó, las alas desaparecieron dejando un tatuaje en su espalda

El niño y la sombra de tipo caballero regresaron, el lugar estaba limpio, excepto por una "poca" de sangre ya no había rastros de cuerpos en el lugar

–salgamos de este asqueroso bosque.

Nací Como Un Híbrido BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora