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Aang

Mi equipo de médicos finalmente le dio a Thais el alta del hospital hace unas semanas atrás. Sigue con analgésicos y con una potente variedad de antibióticos. No necesitará rehabilitación porque la herida no había puesto en riesgo su movilidad, pero todavía necesita mucho descanso y pasar la mayor parte del tiempo en la cama, además de programar visitas de seguimiento para controlar la herida del vientre.

Todavía tiene un largo camino por delante hasta volver a la normalidad, pero todo será sencillo en comparación con lo que ya había sufrido.

Mi pequeña es la más fuerte y la más feroz del mundo entero.

La llevé de vuelta a mi casa y por suerte caminó sin ningún problema. Si notaba algún dolor, lo ocultó intencionadamente. Ahora anda un poco más despacio de lo habitual. Estuvimos usando su habitación porque está más abajo que la mía, pero como ella está mejor, hoy decidimos cambiar a la mía.

Nos encontramos subiendo las escaleras hasta la planta superior, quiero cargarla para evitar que haga esfuerzo pero me controlo, dándole la oportunidad de caminar por sí sola y siguiéndole el ritmo. Luego entramos en mi habitación. Está exactamente como lo había dejado, ella echa un vistazo, contemplándolo como si fuera la primera vez que lo mira de verdad. Pone la mano sobre la pared y siente su suavidad.

―Creí que nunca volvería a ver este lugar... —susurra—. Pensé que ese día había sido nuestro final.

Se quita pausadamente la ropa limpia que yo le había escogido, una camiseta y unos pantalones deportivos, despojándose poco a poco de todo. Me pongo de rodillas y la ayudo a desvestirse porque sé que le cuesta mantener el equilibrio aunque se niega a mostrarlo.

Cuando no le quedan más que las bragas, intento no mirarla de un modo inapropiado, pero no puedo controlar mis labios y le doy un beso en la cara interna del muslo, subiendo un poco más. Aparto el rostro rápidamente y me incorporo mientras saco el pensamiento lujurioso de mi mente. Hasta con aquella enorme gasa alrededor del vientre cubriéndole la herida, sigo pensando que verla desnuda es innegablemente excitante y que es la mujer más hermosa del mundo. Qué tengo suerte de que sea mía.

―¿Te apetece que Anton te prepare algo de comer?

―No tengo hambre, pero gracias ―me mira con su hermoso rostro y con las mejillas un poco más hundidas porque parece haber perdido algo de peso.

El color le ha vuelto a la cara y el afecto de sus ojos resulta irrefutable. En cuanto le había besado el muslo, a su mente habían acudido los mismos pensamientos pecaminosos, lo puedo adivinar por cómo me está mirando ahora.

Cojo una de mis camisetas del cajón y se la pongo sobre su esbelto cuerpo. Cubro su preciosa piel, su abdomen tonificado y sus sensuales caderas. Mis dedos no pueden resistir la tentación de tocarle las bragas, así que los paso por la cinturilla antes de apartarlos.

Me alejo de ella y me quito la camiseta por la cabeza antes de lanzarla a la cesta.

―¿Sabes algo de ella? —pregunta, no dice su nombre, pero sé de quién habla.

―Está fuera del país, por ahora.

―Y Verónica sigue embobada por el otro lacra, quiero hablar con él.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora