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Verónica

Toma mi cintura, y me atrae bruscamente hacia él, cerrando la puerta de su oficina.

—Joder, sigues actuando como una maldita mocosa —espeta—. ¿Qué hacías espiando detrás de la puerta?, ¿tus padres no te dijeron que es de mala educación espiar a los demás? 

—Yo... no estaba... —balbuceo.

—Señor Alexander, la señorita Green lo busca —gracias a Dios su interlocutor resuena la voz de su secretaria, quien me salva.

Él me suelta de inmediato y va a contestar.

—Hazla pasar —dice. Luego me mira. —Tienes que irte.

—¿Por qué tengo que irme?

—Tienes que hacerlo.

—¿Quién lo dice?

—Tu jefe —dicho eso, escucho atentamente como llama a Vale para que venga a buscarme.

Muerdo mi labio inferior, sin moverme del lugar.

Justo ahí la puerta se abre.

Hay chicas que tienen el mundo a sus pies calzados con zapatos Louboutin, y la pelirroja que entra por la puerta con una sonrisa de mil megavatios es una de ellas. Su perfume floral hace que me lloren los ojos, aunque a lo mejor estoy al borde de las lágrimas por la conversación que acabo de tener con mi jefe. La chica camina hasta el escritorio sin dirigirme aunque sea una mirada le planta un beso a Theodore en sus labios fruncidos.

—Lou.

—Me tienes muy abandona, y como tu prometida estoy indignada.

¿Cómo su qué?

¿Acaba de decir su prometida?

No debería haberme sorprendido. Theodore es guapísimo, exitoso y un multimillonario de treinta y pocos años.

¿Cómo no iba a tener una prometida que personifique el sexo y la sensualidad en tacones?

Me mantengo firme a pesar de que me tiemblan las piernas y espero a que Theodore nos presente. No lo hace.

Mira a la chica con frialdad y dice: —Qué sorpresa. Ahora te acuerdas de nuestro compromiso.

Ella suelta una risita, tomando asiento.

—Tenía dieciocho cuando nuestros padres nos comprometieron. ¿Qué querías que hiciera? —Las pestañas se batean. —A esa edad lo único que se debería sentir es lujuria y portarse muy mal. ¿Cuál es la palabra mágica que una chica debe tener en su vocabulario para definir sus travesuras?

—Pene.

Ella sonríe traviesamenete.

Tengo una arcada.

No voy a hacerme eso, no me voy a sentir celosa de ella. La pobre tiene un prometido infiel, que, incluso en ese momento, parece tan arrepentido como un pañuelo usado.

Unos toques en la puerta.

La pelirroja mira sobre sus hombros y hace un mohín.

—Ah, sigues aquí. ¿Y tú eres...? —dice, haciendo círculos con su dedo de manicura perfecta alrededor de mi cara.

La idiota con la que tu prometido te ha puesto los cuernos.

Mi primer impulso es confesarlo todo.

Decirle que no tenía ni idea de que tenía pareja, que es un mentiroso y un maldito. Pero claro, no tengo tendencias suicidas.

Así que me decido por una sonrisa tímida.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora