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Aang

―No, pequeña. No quiero arreglarte, solo protegerte. Y hoy me toca hacerlo de mí mismo.

La jalo hacia mí mientras lucha unos segundos, golpeándome el pecho. Al final se calma entre mis brazos.

Me pone la mano en la cara y me da un beso inesperado. A medida que pasan los minutos, se va mostrando más afectuosa conmigo, dándome todos los abrazos que no tendría el placer de darme más adelante. Se le empiezan a agrietar los labios por causa del roce de nuestros besos incesantes, pero siguen sabiendo a miel.

Al llegar la última hora, se aferra a mí con más fuerza, permitiendo que hasta la última de las defensas que han interpuesto entre nosotros se derrumba. Posa la mano sobre mi pecho, sintiendo el latido de mi corazón. Solía hacer lo mismo cuando dormíamos juntos. Seguramente aquel sonido la tranquiliza.

―Te odio... te odio tanto ―La súbita emoción surge de lo más hondo de su pecho. La fuente de todo mi sufrimiento―. Odio quererte, odio pensar en ti, odio que tengas este efecto sobre mí. No puedo pensar con claridad cuando se trata de ti. Si fueras cualquier otra persona, me habría dado la vuelta y me habría marchado hace mucho tiempo. Pero sigo aquí porque tú tienes este poder sobre mí; el poder de destruirme y odio saber eso después de todo lo que me has hecho.

Le acerco los labios a la sien y la beso.

―No tengo ningún poder sobre ti, Thais. La razón por la que sigues aquí es porque me quieres. Es porque me deseas tanto como yo a ti ―mi mano se desliza por su mejilla para dirigir su mirada hacia mí―. Alejarte de mí es lo mejor que puedes hacer ahora.

Es entonces cuando ella se echa a llorar.

Thais nunca ha llorado de aquella manera. Siempre es la más fuerte, la más resistente. Ni siquiera cuando la había azotado se derrumbo de aquel modo.

Ahora, su llanto expresa su propia desolación.

―Thais... ―Le toma el rostro con las manos y junto nuestras frentes. Quiero que cesen sus lágrimas, pero también me encanta verlas. Se había mostrado muy fría hace unos minutos que me sorprende verla así. Sé que es mejor si llora a que se quede anestesiada, a que duerma sus sentimientos. Esto resulta tan duro para ella como para mí―. Shh...

Respira hondo y contiene sus lágrimas, tragándoselas con la garganta seca.

Resolla antes de sonarse la nariz, con los ojos húmedos y enrojecidos.

―Lo siento —se disculpa—. No quería ponerme a llorar como una histérica.

―No lo hagas ―Odio oír llorar a una mujer, pero la cosa es diferente cuando se trata de ella. Le beso el rabillo de los ojos, llevándome sus lágrimas con los labios y atesorándolas como diamantes.

Parpadea rápidamente para disipar la humedad.

Yo me levanto para llevarla a la cama, sus lágrimas cesan por completo. Tiene los ojos ligeramente enrojecidos, única prueba de que había llorado.

En un lapso muy corto de tiempo, Thais se ha convertido en mi vida entera. Solo la conocía desde hace diez meses, y el tiempo había pasado como una exhalación. Llegó a mí como una prisionera, pero pronto advertí que era yo el que me había convertido en prisionero.

Le pertenezco.

Ella es la única mujer que tiene todo tipo de poder sobre mí. Si quiere algo, me ocuparía de que lo tenga. No hay nada que no haga por ella. Si me pide un pedazo de la luna, me las ingeniaría para conseguírsela.

A veces, aquello me asusta.

Realmente es aterrador.

La conexión que tenemos resulta intimidante por el poder que contiene. Si decide que quiere volver a América al ya no vivir juntos, todo lo que podré hacer es verla marchar. Mi vida sin ella nunca será igual. Si ella se aleja de mí hasta punto de que nos separe por continentes, yo quedaré roto, tullido.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora