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Thais

Está mañana desperté con un terrible dolor de cuerpo, Aang me había traído el desayuno en la cama y unos analgésicos. Luego me volví a quedar dormida sobre él, despierto cuando lo escucho hablar por teléfono. Cada palabra provoca más furia en mí y ganas de matarlo.

—¿Crees que sería necesario internarla? —escucha atentamente. —Sí... no creo que lo tome bien... está bien..

No digo absolutamente nada hasta que él cuelga la llamada.

—¿Estás pensando en contratarme un psicólogo, peor aún, internarme y ni siquiera me avisas?

Me alejo de él como si su tacto me quemara.

—Quería decírtelo —me asegura enseguida, dando un paso hacia mí—. Pero... no es tan fácil.

—¡Es muy fácil! ¡Solo son cuatro palabras, Aang! "Creo que estás jodida". ¡Solo eso!

—No creo que estés jodida o loca, Thais, pero necesitas ayuda.

Eso hace que me detenga en seco y lo miro, furiosa. —¿Necesito ayuda? —repito en voz baja, buscando como loca mi llave y teléfono para salir de aquí—. Hace unos meses me secuestraste. Hace unos meses yo era tu muñeca perfecta para romper. Hace unos malditos meses he sido perseguida, secuestrada, golpeada, estuve a punto de morir. ¡Hace unos meses te metiste a mi vida y todo se volvió confuso y ahora quieres encerrarme! ¡Felicidades, tienes el premio para el mayor cabrón del universo!

—Thais...

—Vete a la mierda —doy un paso atrás.

—Pero...

—Vete al infierno, Aang. No quiero tu ayuda. Siempre tomas decisión en mi vida como si fuera tu maldito juguete.

Parece que por un instante se olvida de mi problema y se inclina hacia delante para agarrarme el brazo, y mi reacción es retroceder tan bruscamente que me tropezo con mis propios pies y caigo de culo al suelo, haciendo que mi móvil y mis llaves se caigan conmigo. El golpe suena horrible, y el dolor en el codo y el culo es casi instantáneo.

Genial, acabo de partirme la madre.

—¡Mierda! —Aang se acerca casi corriendo—. ¿Estás...?

—¡No me toques!

Quizá he sonado más agresivo de lo que pretendía. Él retrocede al instante en que se da cuenta de que me tiembla la voz.

Oh, no. Voy a llorar. Voy a llorar. No. Lo que me falta.

Cada vez me siento más ridícula al pensar en las últimas palabras de Lou.

Ignoro el dolor en el codo cuando me pongo de pie torpemente, tambaléandome. Aang se mantiene a un metro de distancia, mirándome como si quisiera acercarse pero, a la vez, teme mi reacción si lo hace.

—No te voy a encerrar —hace una pausa, suavizando
un poco su expresión—. ¿Recuerdas que Anjoly está viendo a alguien para... ya sabes... hacer terapia?

Asiento, precavida.

—Es casi lo mismo —dice con suavidad.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora