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Thais

Las cosas de ayer habían ido mejor de lo que esperaba. Nos habíamos dormido tarde y levantado tarde, llegue tarde a clases pero había valido la pena. Al medio día Aang había pasado en la editorial y me dijo que tenía que hacer algo por él. Ese algo termina involucrando a un equipo de estilistas que lleva lo que parece ser todo el inventario de una boutique a mi habitación. La estilista es pequeña y no dice casi nada. El hombre mide como un metro y ochenta centímetros, y mantiene un flujo constante de observaciones.

—No puedes vestirte de rojo o negro siempre, y te animo a que elimines esas palabras de tu vocabulario, pero casi todos los demás colores son una opción —los tres estamos en mi habitación ahora, junto con Anjoly, trece percheros de ropa, docenas de bandejas de joyas y lo que parece ser un salón completo instalado en el baño—. Brillos, pasteles, tonos tierra con moderación. ¿Te gustan los colores sólidos?

Miro mi atuendo actual: una camiseta gris y un jeans corto muy cómodo. —Me gusta lo simple.

—Lo simple no existe aquí —murmura la mujer—. Pero a veces es muy bonito creerlo.

A mi lado, Anjoly resopla y reprime una sonrisa.

La miro. —Está siendo extremo, ¿no? —pregunto. Luego me fijo en el atuendo que lleva. El vestido es rosa. —No tenías que aceptar darme el resto de la tarde libre... —comienzo a decir, pero Anjoly me interrumpe.

—Aang me soborno —me dedica una sonrisa traviesa. —No te preocupes, cuando llega el momento le cobraré caro.

—Deberíamos comenzar con el cabello —declara el estilista a mi lado, mirando mis ofensivas trenzas para sus ojos. Yo lo miro mal porque me lo hice yo solita y me encanta—. ¿No crees? —le pregunta a la chica.

No hay respuesta ya que la mujer desaparece detrás de uno de los estantes. Puedo oírla hojear otro, reorganizando el orden de la ropa.

—Grueso. No del todo ondulado, no del todo recto. Podrías ir de cualquier manera —susurra más bien para él—. No menos de dos pulgadas debajo de tu barbilla, no más largo que la mitad de la espalda si decide ponerse extensiones. Las capas suaves no harían daño —mira a Anjoly—. Te sugiero que la repudies si opta por el flequillo porque las personas tristes siempre lo toman.

—Tomaré eso en consideración —dice Anjoly solemnemente.

—¿Tú que opinas?

—Me da igual —me encojo de hombros—, simplemente no me importa como me van a peinar. Pero el maquillaje es diferente; me gusta estar sin él pero también con él.

—Es una mentira lo del pelo —La mujer reaparece detrás del perchero.

Tiene en las manos media docena de perchas de ropa y, mientras yo observo, las cuelga, boca afuera, en el perchero más cercano. El resultado es tres conjuntos diferentes.

—Clásico —ella asiente con la cabeza hacia una falda azul, combinada con una camiseta de manga larga—. Natural —el estilista pasa a la segunda opción: un vestido blanco suelto y fluido—. Tu cuerpo tiene una buena ventaja —la próxima opción incluye una falda de cuero marrón, más corta que cualquiera de las otras, y probablemente también más ajustada. Lo ha combinado con una camisa de cuello blanco y un cárdigan gris jaspeado. —Exquisito —Es suave, de un color verde azulado intenso, y debe ajustar perfectamente a cada centímetro de mi cuerpo. Hay una pulsera de oro blanco para ponerme con él y los tirantes quedan colgando de los hombros, dejando al descubierto las clavículas.

Es precioso.

—¿Cuál te gusta? —pregunta el estilista.

—Están todos bien, me los quedo —observo el vestido verde azulado.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora