Thais
Estoy tirada ahí llorando de rabia, y cuanto más tiempo pienso en lo que había pasado, más pánico siento. Me golpeo la cabeza con la almohada porque es lo único que puedo mover. Este imbécil al salir, ni siquiera me cubrió con un edredón, así que me quedo con mis bragas y esposada, como una esclava sexual esperando a su amo.
—Ahí lo tienes, Sirenatta —dice Theodore cuando regresa y me mira la entrepierna. Saca el edredón debajo de mí y me cubre. —Entiendo por qué te desea Aang. Tienes fuego en la mirada. Valor. Eres una luchadora nata. Es una pena que no hubieras crecido con tu madre, así te habría conocido primero que Aang. Podrías haberme proporcionado innumerables campeones que lideraran mis ejércitos. Pero igual podemos resolver eso ahora, nunca es tarde. Un médico vendrá en un minuto para ponerte una intravenosa. Necesitas ponerte un poco más fuerte.
—Aang te matara si me tocas. Te cortará el pene. De hecho, yo mismo te lo cortaré mientras él te agarra.
—No seas vulgar —me advierte arrancándome un mechón de pelo de la cara. —Vas a ser una futura madre, no podría decirle a nuestro hijo que su madre tenía una boca tan sucia —me amenaza con un dedo. —No habrá peor golpe para él que tengas un hijo mío... —sonríe. —Tengo que cuidar tu cuerpo para que sea fuerte y esté listo para mi bebé. Si me complaces con obediencia y ternura, tal vez permita que Aang te recupere. Siempre y cuando él te siga deseando después de que mis hijos hayan ensanchado tu cuerpo.
Estoy tirada ahí mirando al techo y siento que entra en pánico. Si alguna vez me había sentido esclavizada y encarcelada, no es nada comparado con lo que estoy experimentando en ese momento.
Cuando pienso en que Theodore me haga un niño, y que nunca estaría con Aang, y que nunca volvería a lo que dejé, las lágrimas vuelven a romperme las mejillas.
Rujo.
Theodore, me mira fijamente.
—¿Por qué estás llorando, Sirenatta?
Jesús, ¿habla en serio? Pienso, mirándolo fijamente sin pensar.
—Estás deseando mi pene, ¿verdad?
Pega su boca a la mía para besarme y yo le correspondo el beso, intenta entrar su lengua en mi boca, pero yo no se lo permito. Ruge y como si no temiera algo me suelta para volver a besarme mientras me coloca a horcajadas sobre él, supongo que está muy satisfecho ya que piensa que si intento luchar no podré con su gran fuerza física, o tal vez es de los que les gustan las luchas. Continúo el beso y luego le muerdo hasta que sangra.
—Eres una puta de mierda —ronronea. Tan pronto como las palabras se han hundido, su mano me golpea en la garganta, casi me saca de mis pies mientras me arroja al suelo.
Gimoteo, parpadeando mis ojos abiertos mientras se ajustan a la tenue luz que atraviesa la ventana. Una lámpara ha caído al suelo a mi lado y la alcanzo, desenganchando la bombilla cuando él se acerca a mí otra vez. Me pongo en pie justo a tiempo para clavar la bombilla en su cara. La bombilla se rompe, incrustando fragmentos dentados en su piel. Grita algo en italiano mientras la sangre le cae por la mejilla. Le clavo el riñón y me golpea tan fuerte en la cara que casi caigo de nuevo.
Jesús. Bendito.
Escupo un bocado de sangre antes de ir a por él otra vez. Por cada golpe que doy, él me da uno el doble de fuerte. No he peleado así desde que estaba entrenando, porque es una pelea a muerte y los dos lo sabemos. Al lanzarme sobre la cama, él se posa sobre mí, con sus manos agarrando mi garganta. No se molesta con una suave relajación. No, se agarra lo suficientemente fuerte como para romperme el cuello, no importa que me ahogue. Lo golpeo en el costado de la sien, pero no hace nada. Al juntar mi mente, me obligo a pensar y a no entrar en pánico.
Abrazar la muerte.
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Abyss [Libro #3]
RomanceTERCER y CUARTO libro de la saga «Placeres Culposos». Una mirada. Un momento. Una chica. Ella fue todo lo que necesité para perder la concentración. Thais Delgado, mi octavo pecado capital. Fue el placer más culposo que pudo llegar a mi vida. No...