Verónica
Durante unas semanas, caemos en una especie de rutina. Bueno, desde que me folló por primera vez. Voy al trabajo, y cuando llego a casa, Theodore aparece de la nada. Luego me lleva al dormitorio y me folla hasta que me duermo. A veces, lo hace sobre la mesa, haciéndome montar a horcajadas sobre su regazo mientras es dueño de cada centímetro de mí. Otras veces, me atrapa en cuanto entro, me levanta la falda y me folla en la entrada.
Pero la cosa no acaba ahí.
Nunca termina ahí.
Después, me toma en dormitorio o en la ducha. A veces inmediatamente después, como si no pudiera dejar de tocarme, como si me deseara de nuevo en cuanto termina. Cuando no puedo más, lo que significa básicamente que estoy sollozando durante mis orgasmos, me deja y se va a su casa o a otra habitación —si soy yo quien está en su casa—.
A veces intento mantener las distancias con él, me digo que solo soy sexo para él, que no debo permitir que tenga tanto control sobre mí. Pero en el momento en que me estimula, estoy allí con él retorciéndome y suplicando una liberación que no había tenido antes.
Es una locura cómo me he vuelto adicta al placer que solo él puede hacer que aparezca. Cómo anhelo su rudo manoseo y su salvaje follada.
Tal vez tenga razón.
Tal vez soy masoquista.
Porque todo lo que puedo pensar es en lo que hará cada noche. Cómo me tomará, me golpeará y hará arder mi mundo.
Por las mañanas, sin embargo, se va a trabajar solo aunque sabe que trabajamos en el mismo lugar. Todas las putas mañanas, se va como un ladrón. Como si yo fuera su puta y no quisiera ser visto conmigo.
Desde la primera vez que cenamos en el restaurante en Rusia, no ha vuelto a invitarme a salir. Tampoco se lo he pedido, porque eso significaría que quiero algún tipo de relación con él.
Y él me ha dejado muy en claro que no lo quiere.
Lo único que espero es que se aburra y me deje en paz para así evitar seguir cayendo en la tentación. Sin embargo, no parece aburrirse. En todo caso, su apetito por mi cuerpo parece aumentar con el paso de los días hasta el punto de que me toma de nuevo casi inmediatamente después de correrse. No sé si se estimula con facilidad o si tiene un gran aguante, pero sí sé que he ido emulando su ritmo de forma lenta pero segura. Me he acostumbrado a él ―incluso me ha hecho adicta― de modo que todas mis líneas se han difuminado. Me digo que está mal, que no debería desear a un hombre como Theodore tan carnalmente o con tanto abandono, que no está bien lo que me hace a veces. Y, sin embargo, también sé que no puedo evitarlo. Para mi desgracia, no es solo por sus amenazas y su control invisible sobre mí. Desde que entró en mi vida, mis días han sido menos monótona. Menos aburrida y más como esos libros.
Siento que nuestras almas son una sola cuando nos unimos.
El hecho de que no haya tenido elección al caer en manos de un hombre mucho más poderoso que puede hacerme daño y saber lo que me espera, me excita profundamente.
Algo que solo había sido físico se convirtió en algo más. La única conexión de Theodore conmigo es estimular mi cuerpo para poder satisfacer su loco deseo sexual. O, al menos es lo que dice, pero ya no le creo.
Luego de haberme despedido de Thais cerca de la editorial de una amiga de ella que se llama Anjoly, aunque también la había visto en el pasado unas cuantas veces en la oficina de Theodore, parecían íntimos pero él me dice que no le debo preguntar acerca de su vida, así que no lo hago porque sé que se enojaría y terminaría pegándome. Al menos sé que ahora no estás en contacto y me siento feliz por eso.
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Abyss [Libro #3]
RomanceTERCER y CUARTO libro de la saga «Placeres Culposos». Una mirada. Un momento. Una chica. Ella fue todo lo que necesité para perder la concentración. Thais Delgado, mi octavo pecado capital. Fue el placer más culposo que pudo llegar a mi vida. No...