Thais
Pasa otra semana y caigo en una rutina repugnante. La falta de objetivos me corroe el alma. Estoy tan acostumbrada al ajetreo de la vida de Aang o a trabajar con él, y ahora que todo eso ha desaparecido, siento que un agujero me corroe el alma.
No nací para quedarme sentada en casa.
Intenté salir a buscar empleo varias veces y Elliot me acompañaba siempre, a veces con otro guardia llamado Dixon. Odio cuando Dixon se une a nosotros, porque Elliot no actúa tan despreocupadamente como cuando estamos solos él y yo, parece como si estar conmigo solo fuera un trabajo y odio eso.
Luego volvía a casa y me ponía a estudiar para ocupar mi tiempo.
Me había acostumbrado a los pasos de Aang que espero en cualquier momento volver a verlo caminar mientras entra en mi apartamento. Esos pasos que son más pesados y poderosos que los de Elliot, pero aún así son lo suficientemente silenciosos teniendo en cuenta su complexión y su olor. Él olor a veces lo precede, o quizá me he acostumbrado tanto a él que puedo olerlo, incluso a gran distancia. Puedo perderme en ese olor a madera y cuero envejecido, en esa mezcla exótica y elegante que lo caracteriza. Sobre todo amo el peligro que él representaba en mi vida.
Y supongo que una parte de mí anhela ese peligro, o no me habría enamorado de él tan fácilmente. Y necesito ese peligro para olvidarme del agujero negro que me carcome el alma. Y ahora que ya no está me siento más muerta que nunca.
Todo es muy extraño, me había abierto a él y, de repente, me dejó ir y se fue del país, no entiendo qué había pasado. Elliot no me quería decir nada, pero, tras someterlo a un tercer grado de interrogación, —bueno, lo amenace con un cuchillo—, y al menos conseguí sacarle a dónde Aang se ha ido. No sé cómo voy a salir aquello, me pidió que no intentara ponerme en contacto con él y desde el principio, me prometí que cumpliría su petición, aunque en ningún momento me dijo que no intentara saber de él. Sé que tiene una relación muy especial con su madre así que había ido de visita por sí acaso lo encontraba ahí, pero Pauline tampoco sabe nada de él. La notaba igual de preocupada que yo aunque intentó disimularlo diciendo que él siempre desaparecía cuando tenía ciertas cosas que resolver. Lo hubiera creído si no supiera que él había dejado la organización de guardaespaldas hace mucho tiempo.
Han pasado varios días desde que se ha ido, no sé cuántas veces he leído su carta, ni cuántas veces borré mensajes que nunca le envíe.
No pasé ni un año a su lado y Aang me ha hecho cambiar más que nadie que lo hubiera intentado. Necesito tenerlo cerca, me encanta sentirlo junto a mí, dentro de mí, encima de mí y debajo de mí también, es más que persona que me hace sentir bien cuando estamos juntos, me siento viva y justo cuando parecía que podíamos estar juntos, se había ido, llevándose mi alma con él. Se la regalé y, después de que se fue, me quedé vacía, rota. Empezaba a entender lo que le pasó a mi padre, aunque no quería reconocerlo, me había enamorado y me dolía como le dolió a él amar a mi madre. El amor duele como una condena cuando al fin lo reconoces, y hacerlo me hizo darme cuenta de lo equivocado que había estado frente a ese sentimiento, porque de la misma manera en la que duele, te hace sentir que tienes que hacer lo que haga falta para conservarlo, para que no te abandone.
Sé que mi padre me había abandonado sin querer, se fue de este mundo por culpa de ese sentimiento —por enamorarse de una mujer prohibida— y ahora yo sufro también como él, pero yo no soy mi padre. Tal vez, los años me hubieran hecho más fuerte y, aunque la manera de Aang de abandonarme también me había roto un poco más por dentro, no voy a dejar de luchar por lo que quiero.
Si me estoy derrumbando por dentro, al menos debo enfocarme en trabajar y estudiar para no pensar en ello. Duraba años sin tener sexo con otra persona y estaba bien con eso, pero en estoy días me he sentido muy frustrada. Soñaba con él y me despertaba acalorada. No solamente extraña tener sexo con Aang, también extrañaba el poder dormir en su pecho, el simple tacto de su piel contra la mía o poder escucha su respiración mientras dormía.
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Abyss [Libro #3]
RomanceTERCER y CUARTO libro de la saga «Placeres Culposos». Una mirada. Un momento. Una chica. Ella fue todo lo que necesité para perder la concentración. Thais Delgado, mi octavo pecado capital. Fue el placer más culposo que pudo llegar a mi vida. No...