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Thais

Me tira del pelo mientras me hace retroceder poco a poco, dirigiéndome hacia el sofá. Desplaza los dedos hasta mi espalda y tira de mi camiseta hacia arriba, y se deshace de mi sujetador. Interrumpe nuestro beso para bajarme el pantalón y las bragas por mis largas piernas y disemina algunos besos por mis muslos mientras desciende. Cuando se incorpora cuan alto es, se quita la camiseta de un tirón y la lanza encima de mi ropa interior. Sus ojos recorren mi cuerpo desnudo y contemplan fijamente la turgencia de mis pechos, el hueco de mi garganta y mi esbelta cintura, me observa como si fuera un hombre hambriento que acaba de pedir todo lo que había en la carta. Yo dejo mis ojos vagar en su físico esculpido, es tan sensual como lo recordaba. Su pecho está cubierto de unos enormes pectorales, y su figura es ancha por arriba y estrecha a la altura de las caderas. Es el triángulo invertido perfecto, el símbolo puro de la masculinidad. Es lo bastante hombre como para hacerme sentir toda una mujer. Su piel bronceada no tiene ni rastro de vello y su vientre hace sombras por los surcos de sus abdominales. Es perfecto: todo músculo, piel y tendones.

¿Realmente quiero alejarme de lo que él provoca en mí? No.

¿Necesito esa distancia? Sí.

Mis labios se separan automáticamente para poder inhalar más aire y mi lengua se arrastra por mi labio inferior. Lo último en lo que pienso es en que me voy de viaje, el tiempo que le pedí y lo duro que va a ser estar sin él. Solo pienso en una lujuria sin filtros y desatada que se filtra en mis venas.

Se afloja el cinturón y se desabrocha los pantalones, que le caen por los fuertes muslos hasta aterrizar en el suelo con el resto de nuestra ropa. Se quita los zapatos de una patada y se deshace de los calcetines. Una vez que esta completamente desnudo, su aspecto es el de la estatua de un soldado romano. Es poderoso, clásico y hermoso. A pesar de lo fuerte que es todo su cuerpo, su mandíbula cincelada y sus ojos verdes encierran una dureza aún mayor. Nada se puede compararse a aquella expresión enérgica, a aquella mirada que hace que innumerables mujeres se postren de rodillas ante él.

Ahora yo deseo estar de rodillas.

Y tengo la certeza de que los chicos no van a salir, apenas escucharon que nuestra conversación terminó debieron haberse imaginado lo que esta sucediendo.

Bajo hacia el suelo y me arrodillo sobre la pila formada por la ropa de ambos. Me sujeto con las manos a sus fuertes muslos para mantener el equilibrio y pego los labios a la base de su miembro, aquella erección que ya rezuma semen en la punta para mí. Le doy un beso delicado y lo acaricio con la lengua.

La penetrante expresión de Aang no cambia mientras su mano se hunde en mi pelo y se aferra a mi nuca.

Noto la gruesa vena de su miembro a medida que asciendo, avanzando centímetro a centímetro hacia la punta, que rezuma por mí. Sigo adelante hasta llegar al glande.

Aang contiene la respiración mientras espera a que lo saboree.

Paso la lengua por la piel lubricada y me llevo el sabor a la boca: es exactamente como yo recordaba. Me introduce la punta en la boca y succiono para obtener tanto de él como pueda.

Baja los párpados mientras gime.

Yo me meto su erección hasta el fondo y noto cómo me estira la garganta y las mejillas. La boca se me empieza a llenar de saliva mientras le empapo la piel y resbala hacia mis labios. Aplano la lengua para acomodarlo y empiezo a moverme hacia atrás y hacia delante lentamente, dejando que su sexo me folle la boca.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora