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Aang

Cuando me estoy despertando, siento que la sangre me hierve en las venas. Muevo las manos hasta que toco carne suave y gimo. Ardo por dentro... Arqueo las caderas y escucho un gemido ahogado.

Sonriendo, dejo que mis manos vaguen por unos muslos.

—Mmmm, ¿qué estás haciendo, pequeña? —murmuro, apretando las caderas de Thais hasta detener con éxito sus movimientos mientras mi pene reposa cómodamente dentro de ella.

¿Cómo ha logrado quitar mi pene de mis pantalones sin despertarme? ¿Fue el cansancio?

Al sentir su peso sobre mi pecho, abro los párpados y miro sus brillantes ojos café. Aprieta los labios contra los míos con cierta vacilación y levanta la cabeza para mirarme de nuevo. En ese momento subo la mano derecha, envuelvo mi puño con su cabello y se lo aparto de la cara al tiempo que tiro de ella hacia abajo. Cuando ella separa sus labios para mí, la beso de la forma en que pedía ser besada, como merece ser besada y venerada.

Como una diosa.

Gime y abre más la boca, convirtiendo el beso en pura lujuria.

Y encantado de que así sea.

Mierda, encantado de que me despierte todas las mañanas subiéndose a mi pene para dar un buen viaje.

Cuando le muerde los labios, se detiene, con la respiración irregular y las caderas inquietas.

La agarro entonces por la cintura, giro con ella y la pongo debajo de mí en un segundo, sin romper nuestra unión.

—Pequeña, deberías haberme despertado si querías esto —le susurro mientras la penetro—. Siempre puedes despertarme si tienes ganas.

Ella esconde el rostro en mi cuello mientras suelta un gemido largo y sexy mientras me toma una y otra vez.

Me abraza las caderas con las piernas, pero con mi segundo empuje las deja caer y arquea las caderas en sincronía con mis pausadas embestidas.

—Es que...

Se muerde el labio inferior y frunce el ceño.

—¿Es que qué, pequeña?

Me mira a los ojos con tanto anhelo que no puedo apartar la mirada de ella.

—Te deseaba mucho —confiesa. —Solo quería demostrarte cuánto te extrañé y estoy feliz por verte.

La penetro tan profundamente como puedo y me recreo en la forma en que su cuerpo se estremece debajo de mí, al tiempo que arquea el cuello y suelta otro gemido profundo y yo de dolor.

—¿Y decidiste montar mi pene?

—Sí —sisea, echando la cabeza hacia atrás cuando me hundo en ella―. He echado muchísimo de menos tu pene...

―Él a ti también, pequeña.

―Pero a ti no te extrañe ―gime la muy mentirosa. ―Porque eres un miserable que me ha hecho sufrir todo este tiempo.

Sonrío. ―Agradezco que para tenerlo me necesites a mí porque serías capaz de tomarlo e irte.

Sonríe en medio de un jadeo.—No lo dudes.

La doy más fuerte. Siendo placer y dolor al mismo tiempo.

―¿Te gustó que te despertara con una cabalgada, mon Monsieur?

Sigue moviendo su cintura como toda una experta.

―Oiu, ma petite —le robo un beso. —Deberías hacerlo más seguido.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora