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Aang

Los doctores le permiten a Thais recibir más visitas de lo que es posible, pero yo mantengo alejado a todo el mundo luego que se apilaron como una manada desde que despertó hace unos días.

Quiero que descanse.

Yo estoy empezando a delirar por la falta de sueño. Como apenas nada. Sé que en aquel punto ya no corre peligro, pero no consigo apartarme de su lado. La ropa empieza a parecerme incómoda y mi pelo está adquiriendo un aspecto demasiado grasiento.

Pero no pienso marcharme.

―Aang.

Estoy sentado en el sofá que hay junto a su cama viendo la televisión sin sonido mientras ella dormía. Vuelvo la vista hacia ella al escuchar su voz.

―¿Sí, pequeña?

―Vete a casa y duerme un poco ―parece pequeña en la gran cama con aquellos cables todavía conectados a su cuerpo. —Estaré bien.

Apoya las manos en la cama a los costados y me mira.

―Me iré a casa cuando te vayas tú ―me giro de nuevo hacia el televisor.

―Aang ―repite―. Estás exhausto. Por favor, ve a descansar un poco. Luego puedes volver.

―Este sofá es perfecto.

Suspira entre dientes mientras se le agota su paciencia.

―No tienes que quedarte ahí sentado por mí. Estoy perfectamente bien y aunque me gusta tenerte aquí sé que no has dormido bien en ese sofá —dice.

Ella tiene razón, pero no quiero irme y tampoco voy a aceptar su oferta de subir a la cama con ella; porque la cama no es lo suficientemente grande para evitar que le haga daño mientras estoy dormido.

―No lo estás ―parece a punto de bajarse de la cama y abofetearme—. Los demás ya se han marchado. Haz lo mismo.

―Los demás no se acuestan contigo ―no somos novios, pero yo ya me considero algo más que cualquiera de los demás. Si ella está postrada en la cama de un hospital, mi sitio está a su lado sin importar lo que hagan los demás―. Yo sí.

Pone los ojos en blanco.

Capto el gesto por el rabillo del ojo y me vuelvo hacia ella, mirándola con los ojos entrecerrados.

―No me pongas a prueba, pequeña. Así que cierra tus bonitos ojos de nuevo y duérmete ―es posible que esté en vías de recuperación, pero yo sigo nervioso. Hasta que compruebe que ha recuperado su fuerza y se pase por ahí con sus zapatos de tacón, ropas sexys que ponen mi control a prueba y tirando sarcasmos, no dejaré de preocuparme ni un instante—. Necesitas dormir más que yo.

Alguien toca con los nudillos en la puerta abierta.

―¿Puedo pasar? ―mi madre esta en el umbral vestida con unos vaqueros negros y una camisa azul oscuro de manga larga.

Thais se incorpora en la cama y sonríe.

―Por favor, adelante.

Mi madre se adentra en la habitación y se detiene junto a su cama.

―Tienes buen aspecto, Thais.

―Gracias, Pauline. También me siento mejor.

Se inclina y le da un beso en la mejilla, y cubre la mano de ella con la suya.

―¿Qué tal te encuentras?

―Bien ―responde Thais―. Me siento un poco más fuerte con cada día que pasa. Los médicos dicen que mis análisis son buenos y que, si sigo así, me recuperaré por completo. Solo necesito algo de tiempo para conseguirlo.

Abyss [Libro #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora