30. Al Descubierto

19.3K 2.2K 455
                                    

Narra Adrien

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narra Adrien

―¿Cómo que seguir adelante? ¿Qué quieres decir con eso?

Mi padre se frota el rostro con las manos y el tenue olor a alcohol llega a mi nariz.

―Hay… Un secreto. Un secreto que nos une y del que no era consciente hasta ahora. Lo siento... Nunca imaginé que ése serías tú... ―su voz ahogada y sus ojos dilatados refuerzan mis sospechas.

Es la primera vez que lo veo así, por lo que me siento algo desconcertado.

―¿De qué estás hablando? ¿Cuánto bebiste?

Él se levanta. El olor apenas es notorio, por lo que supongo que no ha bebido tanto como para perder la razón. ¿Bebió para encontrar valor? ¿Para ser sincero? ¿O sólo es otro truco?

No lo entiendo. ¿Qué más podría desear de mí?, ya no tengo nada que pueda quitarme...

Toma mi mano entre las suyas y las observa por un momento que me parece eterno. Acaricia mi anillo con su dedo pulgar y otra lágrima cae por su mejilla.

¿¡Qué demonios está sucediendo!?

―He tomado malas decisiones, Adrien. Sabía que eran malas cuando las tomé pero siempre pensé que ellas me llevarían al lugar correcto. Creí que... Creí que podría volver a verla si lo intentaba con todas mis fuerzas…

Lo tomo de los hombros en un intento por despertar sus sentidos.

―Padre… No te estoy entendiendo. ¿De qué estás hablando? ¿Qué fue lo que sucedió para que estuvieras así? ¿Es otro truco? Por qué si es así te juro que no te lo perdonaré...

Sus ojos buscan los míos y una débil sonrisa aparece en sus labios cuando le permito encontrarlos. Mi corazón se detiene y me odio por tener esperanzas.

―Hijo... Mi hijo... ―murmura. Sin fuerzas. Voz cálida, dulce... Paternal.

Es aterrador.

Me alejo de él y todos mis sentidos se ponen alertas. No voy a caer en éste teatro.

―Detente. Es suficiente. Dime qué demonios quieres.

El dolor en su rostro es vívido y muy real. Reconozco ésa expresión.

Es la misma que hizo cuando mamá murió.

―Tenía miedo... ―murmura de pronto dándome la espalda―. No quería que el mundo te hiciera daño y sin darme cuenta yo te herí en su lugar. Te encerré y no te di la oportunidad para que exploraras la vida. Para que te equivocaras y crecieras por tu cuenta. Intenté protegerte del amor usando tácticas sucias y despreciables sólo por que... Por que sé lo doloroso que es perder a quien amas... Y me aterraba que pasaras por éso. Y... Y aún así... Yo… ―sus ojos pierden el enfoque y la lentitud de su respiración me alerta enseguida. Lo sostengo de los hombros justo a tiempo.

Ha perdido la conciencia.

(...)

Narra ____

Una semana después

―Bien. Es todo, ¿no? ―me pregunta Ander acomodando casi metódicamente las cosas en la cajuela―. Por que si tienes otra maleta, olvídala, ya no entra.

―Tranquilo, ésa era la última ―lo tranquilizo riendo.

―¿Ya nos vamos?

La abuela aparece a través de la puerta con su chaqueta de cuero roja, una falda entubada negra y botas hasta el tobillo del mismo color. Se ve feliz, relajada, habitual, como si no hubiéramos estado toda la semana en el hospital.

―¿No te hará frío con ésa falda? ―le pregunta Ander arrugando la frente. La abuela le da un golpe en la nuca.

―¿Crees que me afeité las piernas sólo por diversión?

Niego aguantando la risa y contesto la llamada entrante de Nath.

―____... ―dice mi nombre, bajito, con tristeza y pena. Mi corazón se encoge.

―¡Nathaniel Kurtzberg, no me hables así! ¡Me harás llorar de nuevo! ―lo regaño. Mi labio tiembla e intento detenerlo.

―¿En serio no quieres que vaya al aeropuerto con ustedes? Me gustaría estar allí y verte un poco más...

―¡Sabes que si te veo de nuevo no podré ir a ningún lado! Nos despedimos ayer como se debe y éso es suficiente. Ya no me quedan más lágrimas, ¿sabes?

―Pero...

―Además... ¿No estás en la escuela ahora?

―Puedo escaparme. Marc de seguro me cubre la espalda... ―una risita diabólica acompaña sus palabras y me es imposible no soltar una carcajada.

―Deja de hacerte el chico malo, Nath. Ambos sabemos que nunca romperías las reglas.

―Lo haría si es para verte una última vez.

―Guarda ésa palabrería para tu novio, idiota.

Ambos reímos un buen rato mientras el tío Ander va y viene con más y más cosas que se ha olvidado adentro. Aún estaremos aquí un rato, por lo visto.

La risa de Nath se detiene de manera abrupta y su tono de voz se vuelve serio. Imagino sobre qué vamos hablar ahora, así que me aparto un poco.

―____... ¿Adrien lo sabe?

Muerdo el interior de mi mejilla con fuerza y aspiro profundo. No quiero pensar en él. No debo pensar en él. Me duele... Pensar en él.

―¿Saber qué?

―Por dios, ____... Él debería saber que te vas a Italia. Deberían despedirse como es debido...

―¿Y por qué debería decirle? Ya todo terminó entre nosotros. Él está con la chica que ama y no pienso ser la segunda opción de nadie. No de nuevo... ―El silencio del otro lado me pone nerviosa―. ¿Nath?

―¿Qué has dicho, Nathaniel?

Ésa voz. Ésa inconfundible voz...

Oh, no...

La llamada se corta al instante y la ansiedad empieza a consumirme.

Ésto no es bueno.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Nota de autor:

Bueno, hasta ahí el maratón.

¿Lo disfrutaron?

Yo sí :)

Que tengan lindo día <3

ꕤ Félix ꕤ

Un Gato Viene a Verme (Chat Noir/Adrien y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora