40. Labios de Miel

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Narra ____

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Narra ____

Salgo de la ducha sintiéndome renovada y el agradable sonido de la lluvia cayendo afuera es todo lo que necesito para ser feliz y olvidar por un momento lo que sucedió esta noche.

Me acerco a la ventana abierta de mi cuarto para apreciar mejor el aroma fresco y húmedo que tanto adoro y enseguida mis ojos se topan con un hermoso gato negro que me mira desde lo alto de la cerca.

Hace frío y está lloviendo. No puedo dejarlo allí.

Busco el impermeable rojo en lo profundo de mis cosas y salgo corriendo afuera antes de que la lluvia empeore.

―Gatito... Pss, Pss, gatito, gatito... ―lo llamo cuando no lo encuentro en el mismo lugar de antes.

Lo oigo maullar en alguna parte y sigo el sonido hasta el patio delantero, donde el muro se acaba y se une al portón principal.

―Allí estás ―murmuro antes de tomar distancia e impulsar mi cuerpo hacia arriba. La cerca es altísima, pero la he escalado tantas veces que llegar a la cima no es difícil incluso con ésta lluvia.

Una vez allí, intento acercarme con cuidado para no asustarlo, pero el arisco minino me lanza una advertencia a la cara antes de dar la vuelta, saltar y desaparecer entre la oscuridad de la noche.

No entiendo a los gatos...

Suelto un suspiro y miro hacia abajo con cierto recelo.

Ya quedó claro que no soy muy lista.

―¿____? ―oír mi nombre tan repentinamente me saca de balance y caigo hacia atrás pensando en lo triste que fue que Netflix cancelara Anne with an E justo en el mejor momento.

Te odio, Netflix.

El impacto llega, pero se siente distinto a lo que esperaba. Es cálido y acogedor. El aroma húmedo de la lluvia se mezcla con esa colonia familiar que no he olvidado y las mariposas en mi estómago revolotean como no lo hacían hace tiempo.

Acabo de tener un deja vú.

Abro los ojos sabiendo a quién voy a encontrarme y el verde en su mirada me recibe de la misma forma en que lo hizo aquella vez en París.

―¡Por dios, ____! ¿¡Estás bien!? ¿Qué hacías allá arriba? ―pregunta y suena tan preocupado que olvido por un segundo el estado actual de nuestra relación.

―Estoy bien, estoy bien. Sólo creí que el cielo se vería mejor desde allá arriba ―bromeo con torpeza y Adrien me mira con la ceja levantada.

Me baja con cuidado y yo me apresuro a levantar su paraguas ―supongo que lo soltó cuando caí―, para cubrirnos de la lluvia.

―Sigues siendo tan imprudente como siempre ―comenta resignado antes de sacar un pañuelo azul del bolsillo interno de su chaqueta y secar mi rostro de manera dulce.

Quieto, corazón.

Espera... No. No te quedes quieto.

―De todos modos... Gracias por salvarme ―digo devolviéndole el paraguas justo en el instante en el que mis neuronas hacen conexión y me obligan a cuestionar muchas cosas, empezando por― ¿Qué haces aquí?

Adrien suelta un supiro.

―Tenemos una conversación pendiente ―me recuerda y yo aprieto los labios.

No hay escape.

―Bien, pero primero hay que secarnos.

(...)

―Ten ―murmuro entregándole una toalla. Él me sonríe antes de tomarla y se quita el blazer dejando a la vista lo ajustada que le queda la camisa que lleva debajo.

Trago con fuerza e intento no prestar demasiada atención a la forma en la que sus hombros se tensan cuando levanta los brazos o como las gotas que caen de su cabello se deslizan hacia su pecho...

Tranquila, ____, piensa en la biblia.

―Gracias por la... ―sus palabras se quedan en la nada cuando nota algo en mi rostro―. ¿Qué te sucedió aquí? Estás sangrando... ―murmura pasando su pulgar por mi mejilla en una caricia inocente que termina por encender aquello que mi razón intentaba apagar.

Quizás son las hormonas, su aroma, su cuerpo, la atmósfera, no lo sé. Sólo sé que apenas mis labios tocan los suyos, él no duda en devolverme el beso.

El sabor de su boca me marea. Sabe a miel, a vino y a nostalgia.

Me dejo guiar por sus ágiles movimientos y mientras más se intensifica el beso, menos siento las piernas. Adrien se da cuenta enseguida y hace que me sujete a él para no caer. Me toma de la cintura y la diferencia de temperatura me provoca un escalofrío agradable que adormece mis sentidos.

Sus manos recorren mi estómago, suben por mi espalda y vuelven a bajar hasta mis muslos. El hormigueo es eléctrico y debilitante, me sumerge en una ansiedad placentera que me obliga a envolverlo con mis piernas para sentirlo más cerca. Adrien sonríe, satisfecho, e intento borrar su sonrisa mordiendo su labio inferior con fuerza.

El juego continúa hasta que caemos sobre el sofá y estoy demasiado concentrada en disfrutar sus besos que no presto demasiada atención al teléfono sonando.

Él toma mis caderas con ambas manos y me guía en círculos provocando una fricción deliciosa que me hace odiar la tela entre nosotros.

Quiero más.

Necesito más.

Y sé que él quiere lo mismo...

―____... ―mi nombre suena tan bien en sus labios que me derrito sobre su pecho, agitada, ansiosa, confundida.

Él ríe y me abraza, con fuerza, con ganas. Como si no quisiera soltarme, pero el teléfono de la sala vuelve a sonar y ésta vez soy incapaz de ignorarlo.

Me pongo de pie con mucha reticencia y camino hasta la mesita de luz para alcanzarlo. La confusión tiñe mi rostro cuando el identificador tiene mi nombre.

―¿Hola?

Hola, Cenicienta. A que no adivinas quién soy.

La sorpresa crece cuando reconozco su voz.

―¿Félix?

―¡Bingo!

―¡Bingo!

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N/A:

Lo siento, me demoré, lo sé.

Bloqueo de escritor, ya saben cómo es.

Espero traerles los capítulos restantes lo más pronto posible.

Que tengan lindo día <3

ꕤ Félix ꕤ

Un Gato Viene a Verme (Chat Noir/Adrien y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora