Capítulo 24: Una hermosa nigromante, una próxima cena y una promesa dolorosa

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"No, por supuesto que no".

El exceso de magia se produce cuando un ser mágico es capaz de arrebatarles la magia vital a otras criaturas mágicas. No pasaba desde que mi antepasada, la primera Nefilim, estuvo apunto de morir a manos de los magia negra. Desde la hoguera, fue capaz de arrancarles la magia a los tres brujos que la condenaron. Después de eso, murió por el exceso.

Esto es serio. Le he intentado quitar la magia a Traxler sin ni siquiera querer o poder controlarlo. ¿Así va a ser a partir de ahora? ¿Soy un arma letal para todo el mundo?

Hace meses era una humana normal, con una vida normal y una familia normal. Sé que dicen que lo normal es aburrido, pero ahora mismo prefiero mil veces eso, que poder matar a alguien con solo tocarlo.

No reconozco el lugar en el que me encuentro, pero sí sé que la camilla bajo mi cuerpo es lo más gélido que he tocado en mi vida. Unas pequeñas ventanas se encuentran en la parte más superior de la pared a mi derecha, lo que me da a pensar de que estoy en la planta más baja de la casa.

A mi izquierda, una pared metálica, llena de pequeñas puertas del mismo material, me lleva provocando escalofríos desde que me he despertado. No parar de crear hipótesis sobre lo que hay en su interior.

No hay ningún signo de vida en la sala, salvo una planta trepadora que gobierna toda una pared entera.

Me incorporo mejor en la camilla que parece que me ha mantenido en ella por horas. La sábana blanca cae hasta mis muslos, destapándome la parte alta de cuerpo. Alguien me ha puesto una camiseta distinta a la que llevaba antes.

En mi brazo derecho, un gotero está hincado en él. Un ligero dolor se interpone cuando me lo quito, para luego tirarlo al suelo. La bolsa que cuelga está casi gastada, por lo que no me preocupa las consecuencias de no acabarla.

Mis pies desnudos tocan el embaldosado suelo de la sala, me congelo de inmediato. Con la mirada busco mis zapatos, no hay ni rastro de ellos. Al igual que no hay rastro de Traxler ni de Melanie.

Con atrevimiento, me encamino hacia las puertas metálicas. El frío se intensifica cuando tomo el pomo de una de ellas. No estoy muy segura de querer abrirlas y menos mal que el ruido de otra puerta abriéndose me lo impide.

— No, no lo hagas — Ordena con detenimiento Traxler.

La noto cansada, unas ojeras en sus ojos me dan signo de aquello. Viste uno de sus trajes de diseñador, pero no se ve como siempre lo hace en clase.

— Ven, siéntate — Camina hasta la camilla donde antes he despertado —. ¿Tienes hambre? — Pregunta mirándome con detenimiento.

— Un poco — Admito acercándome a ella —. ¿Dónde está Melanie?

— Está arriba, arreglando un par de cosas — Ladea la cabeza, como si estuviera pensando en algo —. ¿Recuerdas algo de lo que pasó?

— ¿De lo que pasó? — Esa pregunta me activa la voz de alarma —. ¿Cuánto... — Trago en seco. Tengo miedo. Tengo miedo por todo el tiempo que he podido pasar en esta habitación —. ¿Cuánto tiempo llevo así?

— Sandra... — Su tono de voz me asusta. Hasta el momento no la había oído con compasión —. Tuviste un paro cardiaco — Lo dice tan rápido que no me da tiempo a sopesar la información —. Estuviste clínicamente muerta por cinco horas.

— Eso... — Decido sentarme. Necesito pensar —. Eso es imposible — Mi voz se quiebra. No es fácil que te digan que has estado cinco horas muerta —. ¿Cómo...

— No lo sabemos — Baja la mirada hasta mis manos, las cuales juegan entre ellas. Un signo de nerviosismo —. Por eso mismo estás en este sitio. Es una pequeña morgue — Sentencia helándome la sangre.

Secretos envenenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora