Capítulo 25: ¿Y si...

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Tic Tac

Tic Tac

Tic Tac


A medida que los minutos pasan no puedo evitar ponerme más nerviosa. Última clase de la tarde y psicología se me está haciendo cuesta arriba. Y más cuando Emma tiene la mirada fija en la pizarra y no puedo intercambiar palabra alguna con ella.

Melanie sigue con sus trucos mágicos y tiene a toda la clase admirándola desde los pupitres. Comiendo de su mano. Se mueve de un lado a otro, mientras que, con un mando a distancia, va cambiando de diapositiva. El tema de hoy: el psicoanálisis y Freud.

Diría que es interesante, pero estaría mintiendo. Ni siquiera soy capaz de conectar dos frases entre sí. Estoy lo suficientemente tensa como para hacerlo. Y Melanie lo nota... si que lo nota.

Su mirada me golpea durante las dos horas que dura su explicación de la teoría que sostiene que los impulsos instintivos que son reprimidos por la conciencia permanecen en el inconsciente y afectan al sujeto. Algo que me resulta bastante conocido.

— No olviden realizar el trabajo para la semana que viene. Pueden irse — La despedida hace que levante la mirada de un cuaderno lleno de garabatos y frases sueltas —. Señorita Agramonte, ¿puede quedarse un momento? — Asiento cabizbaja mientras recojo lo poco que he sacado en mi mochila.

— ¿Te espero? — Pregunta Emma por lo bajo.

La miro por unos segundos, no he tenido casi tiempo esta mañana de explicarle el porqué de mi ausencia el fin de semana o por lo menos, de mi ausencia el sábado.

Por lo que ella me ha dicho, después de la fiesta se levantó demasiado cansada como para levantarse de la cama y no se dió cuenta de que yo no estaba hasta unas horas después, cuando fue a hacer la cena. Me inventé la excusa de que fui a visitar a mi madre.

— No. De hecho... — Me muero el labio nerviosa —... tengo una cena con unas personas.

Alza la ceja con rapidez y me da un pequeño golpe en el hombro.

— No será con los que te propusieron un trío, ¿no? — Abro los ojos como platos —. ¿Son ellos? — Me mira impresionada —. Dios mío, son ellos. No me lo puedo... — Pongo una mano en su boca para que pare de decir tonterías. Instintivamente, miro hacia Melanie, tan solo está ordenando unos papeles en su escritorio.

— Que no son ellos — Susurro cuando intenta morderme la mano —. Es con mi madre, me quiere enseñar su nuevo... armario.

— ¿Armario? — Frunce el ceño.

— Si, eso — Me rasco la nuca aún más nerviosa —. Es de roble, le ha llegado está mañana y...

— Señorita Agramonte, no tengo todo el día — Por suerte, Melanie me salva.

— Entonces, nos vemos después — Susurra Emma antes de lanzarme una mirada de confusión e irse.

A pasos cortos y lentos consigo llegar hasta Melanie, quien ha dejado de lado sus papeles y ahora me mira expectante. Tiene los brazos cruzados y está apoyada en el borde de su mesa.

— Gracias por... — Ni siquiera me salen las palabras —... salvarme.

— ¿A si que trio? ¿Quiénes son los afortunados? — Su voz suena tan... no consigo entender el tono de su voz — Que vida tan movida, Agramonte.

— No... — Entrecierro los ojos buscando una respuesta coherente, tan solo vienen tonterías a mi mente —. Yo... ¿Sabes que...

— Voy a pararte aquí — Se impulsa y da unos pasos hacia mí, hasta estar a escasos centímetros y... —. Te he echado de menos — Murmura antes de inclinarse y colocar sus labios sobre los míos.

Secretos envenenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora