Capítulo 3: Clase particular

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Las paredes blancas de la habitación dejan mucho que desear. Me gustaba más cuando estaba en el área de niños, las paredes amarillas y azules no dejaban indiferente a nadie. Mi mente divagaba por todos los dibujos que había, inventando historias en el proceso. Pero todo eso cambió hacía ya muchos años. Once para ser exactos. Once años en los que no he podido acostumbrarme a estas paredes sin vida.

-¿Qué tal te encuentras?-siempre es la misma pregunta. "¿Qué tal estás?". Generalmente le digo que bien, nada nuevo. Pero hoy estoy muy lejos de sentirme así.

-Pérdida.-musito mirando por la ventana.

-Medicina puede llegar a ser muy difícil...-le corto enseguida.

-No es por eso.-mi mirada da con sus ojos heterocromáticos. Tiene una pequeña ceguera en su ojo izquierdo desde hace más de veinte años; por lo que uno de sus ojos es azul y el otro gris. Desde pequeña he pensado que así daba más aires de misterio.

-¿Entonces por qué es?-cruza sus piernas expectantes.

-Si te lo contara, me tomarías por loca.

-Sandra, te conozco desde hace mucho tiempo como para no pensarlo.-levanta su mano derecha para que siga hablando.

-Este año me he apuntado a psicología.-veo como sonríe en su interior.-Pero las clases no tienen mucho sentido.

-¿A qué te refieres?

-Parece un mundo distinto.-comienzo a explicarle.-Los alumnos parecen marionetas como si no tuvieran vida propia.

-Tal vez ya eran así.

-No. ¿Te acuerdas de Emma?-asiente con la cabeza.-Pues ella también está en esa clase, desde hace años. Su comportamiento en clase no se parece en nada.

-¿Cómo es el profesor?-se que intenta buscarle una solución. "No la hay".

-Profesora.-le corrijo.-Es amable, sonriente, amigable.

-No parece alguien al que hay que tener un alto respeto, no tanto como a aquella profesora que me contaste.

-¿Traxler?

-Si, esa es.-intenta buscar las hojas en su cuaderno.

-No lo se.-me quedo pensativa durante unos segundos.-Sus clases no me dan buena espina.

-¿Por el comportamiento de tus compañeros?

-Si. El primer día intenté llamar a Emma, no me hizo ningún caso. Y cuando se lo dije en la cafetería, dijo que no se había dado cuenta.

-Tal vez estaba muy lejos para que te oyera.

-Estábamos en la misma mesa, a centímetros.-frunce la cara.-Y luego está lo del papel.

-¿Qué papel?

-La profesora me dio una hoja en la que debía de haber una lista de libros.-se queda aún más confuso.-Tan solo había una frase, "Obliviscatur omnia et renaci".-intento pronunciar lo mejor que puedo.-sus ojos se agrandan.

-Veo que es una gran fan del latín.-"Eso será".

-Eso no es todo. El otro día, encontré a Emma desmayada en el suelo delante de la profesora. Traxler y ella no hicieron nada para despertarla.-coloco ambas manos en mi cara, intentando relajarme.-Se quedaron quietas detrás de mí.

-Espera espera.-entrecierra los ojos.-¿Qué hacía Traxler ahí?

-Supongo que me vio caminando hacia el salón y quiso hablar conmigo.-alzo los hombros.

-¿Y qué te dijo?

-Nada importante, que no debía juntarme con un chico.-le contesto escuchando la sirena que indicaba que la hora ya había terminado.

Secretos envenenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora