Capítulo 30: Preparada

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Si pudiera describir el día de una sola palabra sería aborrecedor. Y no es que sea por llevar metida en el hospital ocho horas sin parar, ni por saber que me faltan todavía dos para poder irme. Tampoco es el hecho de estar siguiendo todas las órdenes del doctor Ramírez, sino la poca educación que tiene hacia todos los enfermeros, técnicos y pacientes que hay en planta.

Pedro Ramírez o el gallo infernal, cómo he oído que le llaman algunos por el color amarillento de su poco cabello, es el mejor oncólogo que tiene el hospital y no lo dice él, por supuesto. Es la típica persona que necesita tener colgado en su despacho todos sus estudios, premios... Y es la típica que utiliza todo el espacio que le puedan permitir esas cuatro paredes.

Para empezar ni se ha presentado, dudo mucho que se sepa mi nombre, al igual que dudo mucho de que quiera saberlo.

Esta mañana me estaba esperando, y eso ya es decir mucho, justo enfrente del ascensor y cuando he salido no ha sido capaz más que de decir un escueto sígame con la voz más superficial y fría que he oído en la vida.

Cuando he querido saber su nombre, él me ha interrumpido, enumerando todas las normas escritas y por haber que hay que tener con él. Como la norma número tres: Debe tratarme de usted, al igual que yo haré con su persona. O la norma número ocho: No debe tocar ningún material a menos que yo se lo indique. Y la última norma... Dios, la última norma es hasta para reírse; norma diecisiete: No firmaré ningún autógrafo.

Y con eso, ha empezado mi turno... Bueno, también con un: Espero que en su universidad le hayan enseñado lo suficiente.

- Tráeme el expediente número 072986325.

Y a esto me refería con su poca educación. No pide, si no que exige. Y cree que está en todo su derecho de hacerlo. Por eso mismo, miro apenada al enfermero que le ha tocado ir a por ese expediente. No le ha dado tiempo ni a escribirlo en un papel y doy por hecho que el doctor Ramírez no se lo va a volver a repetir.

En fin... Dos horas más.

"¿Va todo bien por allí arriba?"

Sonrío inconscientemente al ver el mensaje de Melanie en mi reloj. Hace unos días ya les dejé muy en claro lo entusiasmada que estaba cuando me enteré de que mi próxima sección iba a ser oncología.

Melanie adoró las crepes que hice para desayunar, Aldora fue ella misma y me dejó muy en claro que estaban demasiado dulces... Aunque luego se molestó en probar, muy minuciosamente, el sirope de chocolate que quedó en mis labios tras terminar.

Ha pasado más de una semana del altercado con la cambiaformas y mis heridas ya están más que cicatrizadas con la pomada que Melanie me preparó. Y la misma que le hizo ponerse a Aldora cuando descubrió que todavía le quedaban pequeñas heridas en la espalda, después de... Bañarse juntas.

Yo estuve lo bastante ocupada intentando descubrir la manera de rellenar el Grimorio que Aldora había hecho para mi.

No, no tengo ningún hechizo como lo tienen ellas, ni siquiera sé cómo funciona mi magia al cien por cien.

Tampoco tuve que poner mi nombre; la gota de sangre, que Aldora me hizo desparramar sobre sus hojas, hizo que el libro cobrase toda la vida que necesita tener y mi nombre apareció por arte de magia en la primera hoja, junto a mi... ¿Especie?

Hasta el mismísimo libro supo que yo era una descendiente Nefilim o como lo escribió él: descendiente de Negaria Nuemann.

- Aquí tiene, doctor.

El pobre enfermero empieza a temblar cuando el propio Ramírez le arrebata el expediente. Por suerte, o por lo que parece, el chico le ha traído el expediente que él le pedía al no recibir ninguna queja por su parte y puedo volver a respirar con tranquilidad.

Secretos envenenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora