1| NO TE OLVIDES DE QUIÉN ERES«No llores. Aquí está prohibido llorar».
Las agujas del reloj están a punto de marcar las diez de la noche cuando mi padre me abre la puerta de su despacho desde dentro. En un día cualquiera, a esta misma hora, seguramente estaría escapándome de la vigilancia de los guardianes para dar un paseo por la costa del reino, o leyendo un libro en mi habitación mientras Marvin cuchichea con las almohadas sobre lo que se dice de nosotros en las afueras, o incluso buscando a Asher para entrenar un par de horas más.
Hoy estoy aquí.
Cuando tomo asiento en la única silla libre, entre mi hermano mayor y la reina, el asfixiante nudo en el estómago que me ha impedido cenar en condiciones se aferra todavía más a mí, cerrándole el paso a la calma que intentaba colarse sin que la viera. Un encuentro nocturno con el rey implica bajar la voz, ergo, el motivo por el que he venido es algo que no debería pasar por mi boca desde el momento en el que finalice la reunión. Secreto y papá nunca han sido una buena combinación de palabras. Quizá ese sea el motivo por el que estoy tan nerviosa.
Los dos guardianes favoritos de mi padre también están aquí, plantados a ambos lados de su escritorio. Como dos árboles viejos. Con su seriedad de siempre. Cada vez que me cruzo con alguno de ellos por los pasillos, me pregunto si estarán contentos con una vida tan monótona y dedicada únicamente a servir a un superior, o si simplemente no querían esforzarse en cambiarla por una que sí les haga sonreír al menos una vez cada dos días.
La segunda suele ser mi elegida.
—La cadena.
—¿Eh?
Los cuatro se giran a verme. Una gota de sudor frío baja velozmente por mi rostro justo cuando termino de procesar las dos palabras que ha pronunciado papá en los cinco minutos más largos de mi vida que llevo en su despacho. De forma automática, me paseo por todo lo que logro recordar de los últimos días y empiezo una discusión conmigo misma sobre si me habré saltado sin darme cuenta alguna de las tantas normas que hay que cumplir, si se habrá enterado ya de que me he saltado la imperdonable tantas veces como si no supiera que existe, si hay una sola razón que merezca que me arrebate lo que me ha costado tanto esfuerzo conseguir.
La voz de papá me frena.
—Necesito que me la entregues, Xena.
—Pero si no... —replico, sujetando el anillo que cuelga de ella, negándome a soltarlo sin más, sin haber peleado lo suficiente por él.
—Todo tiene una explicación, te lo prometo.
Quito la cadena dorada de mi cuello bajo su atenta mirada y dudo tanto antes de dejarla sobre la palma de su mano, que vuelve a insistirme con los ojos. Parece más una súplica que una orden. Y es justo eso lo que me hace ceder.
La pone sobre la mesa y desliza el anillo por ella para después entregárselo al guardián de su derecha. Cuando ya no puedo dar marcha atrás, la cadena —ahora sin anillo— está en manos de mi madre, quien aparta mi cabello para colocarla de nuevo en su lugar. Paso las yemas de mis dedos por la zona donde solía chocar la sortija.
No me gusta saber que me falta algo.
—¿Por qué? ¿He hecho algo?
—No es eso —interrumpe mi madre.
—¿Entonces?
Noto una leve sensación de malestar por la falta de respuestas que se intensifica a medida que los observo a todos uno por uno y ninguno se atreve a devolverme la mirada. Todos sabían por qué estaba aquí y por qué se me estaba arrebatando lo único que le mostraba al resto del reino que era una verdadera guardiana del agua. Lo único que me hacía olvidar el verdadero motivo por el que me salté tantas veces la norma imperdonable.
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Ignis
FantasyGUARDIANES DE LA LUZ, I Runar, el nombre de mi padre, significa secreto. Seguramente, quien decidió ese en vez de otro nunca hubiera imaginado que años más tarde le haría justicia de tal manera que ni una sola persona de todo el archipiélago Eiríni...