Capítulo 22

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22 | UN REINO PERDIDO

Entré detrás de Fénix, rascando mis manos nerviosamente.

Había estado aquí antes. Era su despacho. Tan organizado como siempre, sin una sola mota de polvo y una pequeña lámpara alumbrando la estancia. A diferencia del despacho de mi padre, este solamente tenía los muebles imprescindibles, así que no tenía nada más que un escritorio, una cajonera y dos sillas de madera blanca. Sobre el escritorio estaba su cuaderno, ese que había querido tener en mis manos desde que lo vi por primera vez.

—Toma asiento, Xena.

Observé como se movía por la habitación rápidamente, buscando por los cajones con algo de brusquedad. Cuando por fin encontró lo que quería, sonrió con amargura y se sentó delante de mí. Lo que buscaba era un retrato de alguien que no había visto nunca, pero que me pareció extrañamente familiar.

—Ten. —Dubitativa, tomé el retrato que me ofrecía.

En él, estaba plasmado el rostro de una mujer de cabello oscuro y largo, ojos grandes y sonrisa firme. Debería tener alrededor de un poco más de veinte años. Cuanto más observaba el retrato, más familiar me parecía su rostro. Confusa, elevé la mirada para preguntar sobre la identidad de esta mujer.

—¿Quién es?

—Amalia, mi hermana mayor.

Mis ojos se abrieron como platos y empecé a alternar mi vista del retrato a Fénix, intentando encontrar alguna similitud entre ellos que me confirmara que estaban relacionados. Eran como Cosme y Selene. No se parecían en nada.

—Lo sé, no nos parecemos mucho. Ella se llevó toda la belleza —asentí disimuladamente—. Puedes dejarlo sobre la mesa, no nos hará mucha falta.

Acaté la orden y no pude evitar preguntarme dónde estaría su hermana mayor. Nunca la había visto. Tampoco había oído nada sobre ella hasta ese preciso instante. Me dio la sensación de que me habían escondido su identidad como si de un secreto oscuro se tratase, igual que me ocultaron quién y dónde estaba el hermano mayor de Eros.

Jugué con mis manos por debajo de la mesa, esperando a que el rey terminara de ojear su cuaderno.

En su mirada había algo que no terminaba de comprender.

Nostalgia, tal vez.

—Lee esta página en voz alta —me tendió el cuaderno abierto. Cientos de palabras estaban escritas con una letra poco definida, como si se hubiera redactado a toda prisa o con las manos temblorosas. Conocía esa sensación.

—Siete de septiembre: desconfianza. Amalia, a pesar de sus años y su gran capacidad como reina, sigue siendo bastante ingenua. Ojalá pudiera hacer que confiara en mí y no en aquel sujeto meticuloso. Sin embargo, parece que todo apunta a que, por desgracia, Amalia caerá en sus trucos.

Miré a Fénix cuando terminé, todavía más confusa que antes.

—Creo que primero debo ponerte en situación —empezó—. Amalia era la antigua reina de Ignis. La coronaron cuando mi padre decidió retirarse e irse a vivir lejos de aquí con mi madre, hace unos veintidós años aproximadamente. Sigue leyendo la siguiente.

—Ocho de septiembre: amistad. A pesar de mis esfuerzos por detener lo inevitable, ha terminado por suceder. La cordialidad entre reinos se les ha ido de las manos y esta nueva amistad va a ser un gran problema para el reinado de Amalia.

—Runar vino de visita a Ignis un año después a la coronación de mi hermana. Supongo que habrás podido darte cuenta de que, la amistad de la que hablo es entre Runar y Amalia.

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