Capítulo 14

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14| UNA ESTRELLA FUGAZ

Di un paso adelante, adentrándome en la sala donde entrenaba, que había adoptado un tono grisáceo. El grupo tan grande que era había quedado reducido a menos de la mitad de los que éramos días atrás y, los que quedaron, compartían mi inexistente felicidad.

Todos estaban afectados por la ausencia de tantos.

Cosme era uno de ellos.

En ningún momento lo dudé. Si su hermana era una de las futuras guardianas, él también terminaría formando parte de aquel grupo. No obstante, él sí se sorprendió de verme allí. Y no fue el único. Hasta la propia Corina se congeló durante unos instantes al reconocerme.

Honestamente, ni yo sabía por qué estaba ahí.

Era tan imposible que hubiera apostado antes por la destrucción del archipiélago. Sin embargo, en un lugar donde la magia siempre había estado entre nosotros, hasta lo más improbable podía terminar sucediendo. Que Marvin y yo estuviéramos relacionada con el reino del fuego era la prueba de ello.

—Buenos días, chicos —Corina llamó nuestra atención desde la puerta—. Como podréis estar apreciando, el gran grupo que formamos se ha quedado reducido en diez alumnos. Es una lástima para todos aquellos que han tenido que abandonar. Estoy segura de que más de uno hubiera llegado muy lejos.

Torcí el gesto.

Fénix tenía una cantidad pequeña de guardianes aprendiendo a controlar su magia. Dos de ellos no estaban en el reino y su regreso estaba envuelto en interrogantes; en el castillo, había sólo cuatro.

Conocía la cantidad exacta de guardianes del agua inexpertos que todavía tenían mucho que aprender y, por desgracia, el número no podía compararse con los futuros guardianes del fuego. Viendo la situación, Runar no tendría problema en ser el vencedor de una hipotética batalla entre el norte y el sur.

—A partir de este momento, trabajaréis mucho más duro. Necesitamos que todos vosotros seáis esa futura generación que protegerá la región cuando la actual se retire. El grupo tres es vuestra próxima parada, pero necesito prepararos para ello —se dirigió a la puerta sin mirar atrás, indicativo de que debíamos seguirla—. Seguidme, tenemos un duro camino por delante.

Su voz era firme y aparentemente inquebrantable, pero todos fuimos conscientes de la preocupación que crecía en el interior de cada guardián instructor. No tener los suficientes guardianes que se ocupen de mantener la paz en su reino era un gran problema y, por el momento, no lograba encontrar el motivo por el que Aqua estaba repleta e Ignis escaseaba de ellos.

Seguimos los pasos decididos de Corina hasta llegar al claro del bosque. Todo el trayecto, con el silencio siguiendo nuestras huellas. Una vez llegamos allí, explicó que dejaríamos de dividirnos y que ella misma supervisaría cada uno de los entrenamientos para identificar nuestras flaquezas y alternar el orden según estas.

Sin darle muchas vueltas, llegué a la conclusión de que íbamos a estar pasando las mañanas saltando entre tronco y tronco hasta que todos fuéramos capaces de adaptarnos al recorrido.

Mis sospechas se hicieron realidad.

Estuvimos durante horas haciéndole una visita al infierno.

La guardiana instructora acabó plasmando sus frustraciones en gritos que llegaron a nuestros oídos por cada intento fallido de nuestra parte. Corina era una buena mujer y, sin duda, una excelente instructora. No obstante, aquel día fue demasiado exigente con todos. Nuestras rodillas quedaron llenas de heridas y las hojas se nos enredaron en el cabello. En una de esas tantas ocasiones, Malva estuvo a punto de no evitar el impacto de su rostro con el último de los troncos.

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