18| LA NOTA—¿Y bien? ¿Cómo fue anoche?
Tomé asiento en la silla frente al rey, oyendo el sonido que hacían las gotas de la lluvia chocando con el cristal del ventanal. Había estado diluviando desde que abrí mis ojos a primera hora de la mañana, encontrándome con un Eros que parecía haberse olvidado de la conversación que mantuvimos horas atrás.
—Bien. O eso creo.
—¿Te contó toda su historia? —asentí con la cabeza—. Me sorprende que hoy no apareciera desorientado. La última vez que habló de ello fue conmigo, y al día siguiente ni siquiera sabía qué hacía en los entrenamientos. Lo he visto más calmado de lo que esperaba.
—Yo también. No sabría cómo hubiera reaccionado yo de haber estado en su lugar —paseé mi vista hasta encontrarme con su mirada inexpresiva—. O en el suyo.
—Quieres conocer cómo fue todo desde mi perspectiva, ¿verdad? —sin esperarse a obtener una respuesta, continuó hablando—: Eros no lo notó, pero Alexis empezó a comportarse de una forma extraña después de leer unos documentos personales, unas semanas antes de su marcha. Se los confié a él porque siempre fue de mis mejores guardianes y sabía que esa información debía compartirla con él, pero no esperé que huyera en busca de más respuestas. Unas que yo no podía darle.
—¿Esos documentos están relacionados con el reino del agua?
—Sí. El caso es que Alexis me evitó durante todo ese tiempo. Mis miradas, mis consejos y todo lo que me relacionara. No lo cuestioné, pues atribuí su comportamiento al descubrimiento de esos mismos documentos, que cargaban con ellos información impactante para cualquiera. No obstante, me puse en lo peor cuando no lo encontré en el castillo el día en que todo se torció.
Entrelazó sus manos inquietas sobre la mesa de su despacho.
Por uno de los huecos de su muro, se coló la culpa.
Una culpa que no tardé en relacionar con la pérdida de un guardián importante para él y, posiblemente, una figura que se acercaba a un hijo. Sólo con ver sus ojos podía saber que Alexis nunca fue un guardián más. Ellos compartieron una conexión que envidiaba y que yo nunca había compartido con mi padre.
—Fui a buscarlo cuando las clases terminaron. Recorrí cada rincón de las calles y hasta me moví por todo el bosque. No lo vi, y nadie a quien pregunté lo había visto. Era como si hubiera desaparecido del mapa sin dejar rastro. Aun así, seguí buscando hasta que el sol empezó a ponerse y decidí volver al castillo.
Calló durante unos segundos, abriendo un cajón a su derecha y sacando un diminuto trozo de papel.
La nota de Alexis.
—Me metí en mi despacho y me dejé caer en esta misma silla, todavía pensando en dónde podría haberse metido Alexis. Y en medio de mi trance, vi algo blanco sobre esta mesa. Pensé que se trataría de alguno de mis manuscritos rotos, pero luego vi que la letra no se parecía a la mía. No la reconocí a primera vista. De hecho, me fue bastante difícil relacionarla con alguno de mis guardianes. Hasta que mi cabeza lo supo.
Dejó la nota en mis manos, obligándome a apartar mis ojos de su ceño fruncido y fijarme en las letras que formaban la frase que no abandonaba los pensamientos ni el corazón de Eros.
—Me costó unos diez minutos asimilar que se había marchado al reino enemigo. No quería creerlo. Después de todo lo que viví, no quería creer que no había sido capaz de evitar que se marchara —la culpabilidad que el rey sentía llenó la habitación—. Pero así fue. Y como rey de Ignis era mi responsabilidad protegerle.
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Ignis
FantasyGUARDIANES DE LA LUZ, I Runar, el nombre de mi padre, significa secreto. Seguramente, quien decidió ese en vez de otro nunca hubiera imaginado que años más tarde le haría justicia de tal manera que ni una sola persona de todo el archipiélago Eiríni...