Capítulo 8

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8| CRUZAR LA FRONTERA

Ocho y media de la mañana. Había llegado el día de enfrentarme por primera vez al renacuajo. Tragué saliva viendo cómo se plantaba delante de mí con cara de pocos amigos. No terminaba de entender cómo podía estar relacionado con una persona tan sonriente como Selene.

—Soy Cosme, aunque supongo que ya lo sabes.

—Xena.

—Encantado de conocerte, supongo —forcé una sonrisa—. Antes de empezar, debo advertirte de que no tengo piedad con nadie. No vas a ser la excepción por ser la nueva.

—Muy bien. Veremos si consigues tocarme.

—Claro que lo haré —rio.

No respondí. Hablar con él era una pérdida de tiempo.

Me coloqué en posición y escondí mi muñeca derecha como siempre hacía y esperé. Necesitaba una primera ronda para observarlo. Cosme esbozó una sonrisa arrogante al verme y bajó la vista descaradamente a mis rodillas. No podía ser tan obvio. Aun así, no tenía ninguna otra opción.

En menos de un segundo alargó un brazo para tomar mi muñeca vendada con fuerza y la colocó junto a su cabeza. Fue apretando el agarre mientras sus ojos se clavaban en los míos y su sonrisa se ampliaba. Intenté deshacerme del agarre como pude, pero mis intentos no sirvieron de nada. El tiempo avanzaba, mis energías decaían y el dolor aumentaba. Ya estaba empezando a ver diminutas estrellas a mi alrededor.

Primer golpe: abdomen.

Terminé sentada en el suelo acolchado de la sala con sus dedos todavía rodeando el vendaje. Me levantó bruscamente de un tirón antes de que pudiera hacerlo yo.

—Por lo que veo, las cosas no han ido como esperabas.

—Puedes soltarme, ya has ganado la ronda.

—Lo sé, pero quiero que te quede claro quien lleva las riendas del entrenamiento. Pudiste con Cyran, te felicito por ello. Pero yo no soy ese idiota.

Conté hasta diez, hasta veinte, hasta treinta...

Nunca estuve equivocada. Cosme era un verdadero problema para mí, y había tardado menos de cinco minutos en demostrármelo.

—¿Puedes soltarme o no?

—Ni una palabra mi hermana. Sé que sois amigas.

—Limítate a entrenar, por favor —pedí, perdiendo la paciencia—. Tú y yo no tenemos nada que ver, así que céntrate en practicar. No mezcles mi vida con esto.

—Bien. Tú ganas.

Volví a colocarme en posición. La cabeza me daba vueltas. Era prácticamente imposible defenderme y contraatacar si apenas podía enfocar a la persona que tenía delante de mí. Sólo me hizo falta una ronda para saber que mi primer entrenamiento con Cosme era una clara derrota.

Y lo fue.

No pude seguirle el ritmo. Cosme no paraba de moverse. Esquivaba, rodeaba mi cuerpo y volvía a golpearme. Cada vez con más fuerza que la anterior. El renacuajo jugaba sucio, atacando principalmente las zonas de mi cuerpo que sabía de antemano que no estaban en buenas condiciones: el abdomen, la muñeca y las rodillas.

Tras aquella humillación, mi mente se quedó en blanco.

Yo nunca perdía en el reino del agua. ¿Por qué en Ignis sí?

—Es hora del descanso, Xen.

Seguí a Kaia arrastrando mis pies al andar hasta que llegamos a nuestra mesa de siempre en el comedor y pude sentarme en una silla. Los tres guardianes avanzados no tardaron mucho en darse cuenta de mi expresión abatida y mis hombros caídos. Se miraron entre ellos antes de preguntar.

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