Capítulo 2

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2| EL NORTE

Lago Klísi, donde nacen los sueños y las llamas.

Eran aproximadamente las diez de la mañana del día siguiente cuando empecé a vislumbrar el lago del que me habló papá, a lo lejos, justo donde las copas de los árboles bajaban y el canto de un ruiseñor se intensificaba. La primera noche fuera de Aqua había sido más dura de lo que me imaginaba. Es realmente difícil mantener la serenidad mientras el bosque amenaza con enterrar al silencio bajo tus pies, cada vez más y más hondo. Por si fuera poco, cuando por fin empezaba a acostumbrarme a la variedad de sonidos y a su irregularidad, una nube tapó la única luz que podía iluminar mi camino y el resultado de eso fue el más previsible. Me caí.

—No puede ser —susurro, escondiéndome detrás de un árbol lo suficientemente ancho como para tapar todo mi cuerpo. A la orilla, sobre un tronco, dos chicos jóvenes ríen con sus armas descansando detrás de ellos. Un arco y una espada.

Pego mis brazos al árbol y cierro los ojos con fuerza, intentando que mi respiración se mezcle con el ruido del agua y que todas las inquietudes que han saltado fuera vuelvan a meterse en sus respectivas jaulas. El miedo me rodea mientras mis esfuerzos se achantan y huyen junto al silencio.

—Eryx, ¿has oído eso?

—¿El qué? Yo no he oído nada.

—Pasos. Entre los árboles.

Mierda. Mierda. Mierda.

—No le habrás contado a Eros que estaríamos aquí, ¿no?

—No. Calla un momento.

Cierro los ojos de nuevo, repasando el plan en mi cabeza y escuchando cada mínimo movimiento de los dos guardianes, hasta que el impacto de una flecha en el tronco a mi izquierda rompe mi poca tranquilidad y me asusta lo suficiente como para terminar sentada en el suelo, apoyando gran parte de mi peso en la misma muñeca que me había torcido horas antes.

—¿Estás bien? —grita el dueño de la flecha mientras se acerca junto al otro con cautela.

Hundo los dedos en el montón de hojas que tengo detrás.

No puedo pensar con claridad.

—Perdona. Te hemos asustado, ¿verdad?

Cada vez están más cerca de mí.

—Klaus, guarda la espada, joder. No estás ayudando.

El guardián del arco, con una sonrisa amable en el rostro, se agacha hasta que quedamos cara a cara y me tiende la mano para ayudarme a ponerme en pie. Las dudas salen de su escondite y los obliga a mirarse el uno al otro sin saber qué hacer. Pasan unos segundos en los que ninguno de los tres se mueve ni habla.

«No fallarás. Tú no».

La voz de Marvin me empuja por detrás y presiona el botón.

—Gracias. —Tomo su mano y el desconocido de sonrisa amable tira de mí para levantarme con cuidado. La misión empieza aquí y ahora—. Perdí de vista a los guardianes que me perseguían cuando me metí en el bosque. Pensé que erais vosotros. Lo siento —explico en voz baja, dejando que el viento me coloque la máscara con delicadeza.

Los dos chicos vuelven a mirarse, confundidos.

—¿Has dicho que te estaban persiguiendo?

—Sí... Llevo horas caminando sin saber a dónde voy.

Se miran. Otra vez.

—¿Podemos saber de dónde vienes exactamente? —pregunta el pelirrojo, colocando la espada discretamente tras su cuerpo. Su pulso es inestable.

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