Capítulo 17

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17| EL INFILTRADO

—Venid conmigo. Vuestro entrenamiento ha terminado por hoy —Cosme y yo soltamos un sonoro suspiro de alivio y dejamos caer los brazos, liberando toda tensión acumulada en nuestros hombros—. Prefiero que descanséis y los veáis a ellos, que os fijéis en cómo se mueve cada parte de su cuerpo cuando manejan el fuego.

El rey se apoyó en la pared del fondo de la sala de brazos cruzados, llevando sus ojos al resto de compañeros que proseguían con el entrenamiento. Cosme y yo nos sentamos uno a cada lado de sus pies, imitando su acción. Él a la izquierda, yo a la derecha.

Los guardianes avanzados ocupaban cada uno un espacio distinto de la sala. Estaban separados unos de otros por precaución y se mantenían ajenos a lo que sucedía a su alrededor, centrados únicamente en el fuego que rugía en sus manos y flotaba en el aire cambiando su forma constantemente.

Paseé mi vista por todos ellos hasta detenerme en el cuerpo relajado de Eros, quien manejaba la esfera ardiente como quien manipulaba los hilos de una marioneta.

El fuego no le amenazaba. Él intimidaba al elemento.

Sus ojos rojos acapararon toda mi atención y me hicieron preguntarme si los míos se verían igual con el uso de la magia. 

—Si os fijáis en su torso, veréis como su pecho sube y baja cada vez que el fuego se fortalece, pero que no se apartan. El fuego nunca os hará daño. Vosotros sois los que habéis nacido para controlarlo.

Fénix bajó y tomó asiento a nuestro lado, sin despegar los ojos de los suyos. Me giré a verlo durante una milésima de segundo, viendo cómo el muro inquebrantable seguía sin dejar ni un solo espacio libre por el que colarse.

Si quería avanzar, tendría que forzarme a entrar allí.

Fuera como fuese.

—Xena, conoces a Alexis, ¿cierto?

—El hermano de Eros, si no me equivoco.

—¿Te han hablado de él en alguna ocasión?

—Sé su nombre, pero nada más. Eros me dijo hace unas semanas que vivía cerca de aquí.

El rey frunció el ceño viendo al guardián entorno al que giraba aquella corta conversación. Asomé mi cabeza por el muro, sin entender por qué la confusión era lo único que encontraba detrás de él.

—¿No te ha dicho nada más, entonces? —negué con la cabeza—. Si me dejas darte un consejo, pregúntale por él. Necesitas conocer su historia ahora que eres una guardiana del fuego, pero quiero que sea Eros quien te lo diga. Entenderás mucho más sobre su personalidad cuando lo haga. Lo entenderás a él.

La confusión y la curiosidad subieron como la espuma y se colaron por los lugares más recónditos de mi mente.

Volví a observar la expresión relajada del rubio y los movimientos de sus manos desplazando el fuego de un lado a otro, iluminando su rostro. No quería conocer algo que me fuera a ayudar a terminar de entender al antiguo vigilante si eso significaba volver a ver el arrebato de la calma delante de mis ojos.

—Parece un tema delicado. No me gustaría forzarlo.

—Lo sé. Yo tampoco quiero que lo hagas, pero necesito que conozcas la historia de Alexis contada por su hermano. No me corresponde a mí y creo que será beneficioso para él también hablar de ello.

—Está bien, supongo —terminé cediendo.

Toda información podía ser importante, independientemente de quien estuviera involucrado en ella. Aun así, ese sentimiento amargo seguía presente en todas las preguntas que llegaron a mi cabeza como flechas.

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