Capítulo 25

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Cuando terminéis de leerlo, id a leer la nota. Es una sorpresa que os gustará ;)

25 | LA PRINCESA QUE AMABA EL MAR

Abrí los ojos de golpe. Estaba en una habitación, a oscuras, atada de pies y manos a una silla de madera. Hacía frío y mi ropa seguía estando húmeda por la tormenta que se había desatado justo cuando me atreví a salir por la ventana. Las gotas de agua seguían cayendo, haciendo ruido al chocar con el techo de la habitación. Observé a mi alrededor como pude. Sólo había silencio, oscuridad y el tacto de las cuerdas que me mantenían atada a la silla. No veía nada, no oía nada y no recordaba absolutamente nada de lo que había pasado desde que salté la muralla fronteriza.

—¿Hola? —susurré, cautelosa.

Nadie me respondió.

—¿Hay alguien por aquí cerca? —volví a hablar.

De nuevo, no obtuve respuesta.

—Espero que hayas disfrutado estando ahí, hija.

Me congelé al reconocer la voz de mi padre. Las luces de la habitación se encendieron de golpe y me permitieron observar las marcas rojas en mis muñecas por haber estado intentando deshacerme del agarre en varias ocasiones. Cuando subí la vista, no encontré a mi padre. Encontré una sombra negra e inquietante en su lugar. Una sombra sin rostro, que caminaba de un lado a otro delante de mí, con lentitud.

Tragué saliva. Quería salir de ahí.

—Contéstame. ¿Has disfrutado desobedecerme?

—Yo no he desobedecido a nadie... —protesté.

—Te dije que nada de magia allí, Xena —me recordó—. Y, por supuesto, la princesa no tenía suficiente con hacerse amiga de los enemigos, con enamorarse de uno y con empezar a ver al rey como si fuera su padre, sino que también tenía que desobedecer la única orden que su verdadero padre le dio.

—No podía más. ¿Me vas a culpar por eso también?

—No. Ya lo hacen ellos.

Las luces se apagaron otra vez. Intenté pedir ayuda, intenté gritar, intenté moverme e intenté rasgar las cuerdas; pero no podía hacer nada. Mi cuerpo no respondía. Estaba congelada, oyendo el ruido de unos pasos firmes que daban vueltas alrededor de la silla y viendo un rayo de luz entrar por la ventana e iluminar a la misma sombra negra sin rostro de antes.

—¿Cómo pudiste, Xena? ¿No te dieron lo suficiente como para plantearte la posibilidad de quedarte?

La sombra seguía dando vueltas. Cada vez con más rapidez.

—Los has abandonado. Les diste algo que desde un principio sabías que no podías ofrecer y te quedaste viendo como lo aceptaban como estúpidos, sin saber que de un día a otro se lo arrebatarías todo. Te equivocaste con ellos.

Las voces tenían toda la razón. No podía negar nada de lo que decían. La culpa se había escapado de la jaula en la que la mantenía cautiva y se había sumado a las sombras, decidida a perseguirme igual que ellas lo hacían, sabiendo que no me quedaban fuerzas para luchar contra ellas.

Apreté los dedos con fuerza en la madera de la silla y cerré los ojos. Si las ignoraba, quizá el sonido de sus pasos dejaría de oírse.

—Eras la persona en la que más confiaba Kaia, Eryx, Olek y Selene. Hasta Cosme terminó confesando la admiración que sentía por ti. Supongo que aquello estaba destinado a terminar antes de acabar el año. —Apreté la madera con más fuerza todavía—. Todos ellos se han sentido usados. Han sentido que te has aprovechado de su confianza para sacarles toda la información de su reino y, en algunos casos, información sobre su vida personal que podría ponerles en riesgo si terminaba en las manos equivocadas.

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